lunes, 11 de septiembre de 2023

El día que Anthony Bowie pasó a la historia


 ¿Fue cuando ganó la Euroliga en 1999 con Zalgiris? No.

¿Fue un año después, ganando la Copa Saporta con AEK Atenas siendo elegido MVP de la final? Tampoco.

¿Fue en 1989 cuando lo eligieron MVP de la CBA jugando para Quad City Thunder? No, fue unos años después.

Fue el día de San José de 1996. Con Nick Anderson lesionado, Anthony Bowie de 32 años salía en el quinteto titular de los Orlando Magic junto a Penny Hardaway, Dennis Scott, Horace Grant y Shaquille O’Neal. Su segunda titularidad en aquella temporada.

Los Magic llegaban a ese partido con un balance de 49-17 y ya estaban contando los días que faltaban para enfrentarse a los Bulls en las finales del Este. Dominando al final del tercer cuarto por 79-63 a los Pistons de Grant Hill y Allan Houston, parecía que el final del partido iba a ser tranquilo… nada más alejado de la realidad.

A falta de 2,7 segundos del final los Pistons fallan un tiro libre. Bowie atrapa un rebote en su canasta y pide tiempo muerto. El marcador reflejaba un 111-91. En el banquillo, su entrenador Brian Hill lo miraba con una cara entre incredulidad y enfado. En el banquillo rival, Doug Collins simplemente estaba furioso.

Bowie estaba haciendo su mejor partido del año, y en ese preciso instante tenía una estadística de 20 puntos, 10 rebotes y 9 asistencias. Sí, lo habéis adivinado. La que se iba a armar por un triple doble.

¿Cuántas veces un jugador de rotación NBA puede ser capaz de hacer un triple doble en un partido oficial? Pues muy pocas, para muchos seguramente una vez en la vida. Anthony Bowie no iba a desaprovechar esa oportunidad de cumplir su sueño.

Regresamos al tiempo muerto. Banquillo de los Magic. Brian Hill sigue sin creerse la situación, se encoge de hombros y le da la pizarra a Bowie. No quiere ser partícipe de ese teatro. Pero sí que lo estaba siendo, ¿o acaso no podría haberlo sustituido en ese momento? Bowie rápidamente dibuja unos trazos en la pizarra para culminar su jugada maestra. Joe Wolf le pasaría desde la banda y el se la daría a David Vaughn para anotar.

Banquillo de los Pistons. Doug Collins por unos momentos duda en cómo actuar, como esas películas donde el protagonista tiene un demonio en un hombro y un angelito en el otro. Le parece un tiempo muerto rastrero, y seguro que por su mente aparecen las imágenes de alguno de sus jugadores ¿Don Reid? ¿Lou Roe? ¿Theo Ratliff? haciéndole una falta a Bowie y enviándolo a la cuarta fila de espectadores.

Acaba el tiempo muerto. Balón para Wolf, el pase cruza la cancha hasta llegar a las manos de Bowie que asiste para el mate de Vaughn. Décima asistencia, misión cumplida. Doug Collins no se dejó llevar por ese impulso violento, quién sabe lo que hubiera sucedido unos años antes con los Bad Boys de Chuck Daly en una situación igual, y simplemente ordenó a sus jugadores que se quedaran en la banda opuesta sin moverse. Lindsey Hunter de hecho estaba sentado en el parqué con una toalla sobre los hombros.

Quedan 8 décimas de segundo después de la canasta, pero todo el mundo sabe que el partido ya acabó. Los jugadores de los Pistons abandonan la pista y Anthony Bowie la cruza a toda velocidad para intentar detener en la boca del túnel de vestuarios a un Doug Collins que se lo quita de encima de mala manera sin aceptar sus explicaciones.

El propio Bowie opinaba años después sobre el incidente:

 "¿Arrepentirme? No entiendo por qué la gente dice que debería arrepentirme de tener un triple-doble, independientemente de cómo llegó. El triple-doble está en los libros de historia, no importa lo que sucedió. No guardo rencor ni malos pensamientos hacia nadie con quien jugué, ni tampoco sentí que estaba mal lo que hice. No fue para avergonzar ni dañar a nadie. Es un juego".

Ya en los vestuarios, Brian Hill también trató de disculparse con Doug Collins, pero tuvo que conformarse con hacerlo con sus asistentes primero y en la rueda de prensa más tarde. Collins no quiso hablar con nadie de este tema. Por si fuera poco, la NBA acabaría sancionándolo con 5.000 dólares por ordenar que su equipo abandonase la pista antes de tiempo.

Por lo contrario, los jugadores de los Magic estaban encantados con la hazaña de su compañero, sirvan de ejemplo las declaraciones de Shaquille O’Neal.

“Me alegro de que lo consiguiera. No me importa quién se pueda enfadar. Con tanto talento en el equipo, Anthony Bowie casi nunca tiene la ocasión de jugar muchos minutos. El pasó por la CBA. Mucha gente pensaba que nunca llegaría a la NBA. Tuvo su oportunidad. Vino aquí, y ahora ha conseguido el primer triple doble de su carrera. Me alegro por él, y no podría importarme menos que Doug Collins se haya enfadado”.

Esa temporada sería la última de Bowie con los Magic. Regresó a Italia para jugar la temporada 1996-1997, y con los Knicks tuvo un paso testimonial en 1998 para cerrar su carrera NBA. Después del partido del triple doble contra los Pistons, sus máximos estadísticos fueron 16 puntos, 5 rebotes y 7 asistencias. Nunca más volvió a estar cerca del triple doble.

Volviendo a aquel 19 de marzo de 1996, destacar que más allá de las figuras de Bowie fue una noche mágica (valga la redundancia) de números. Con esa victoria los Magic lograban sellar su tercera temporada consecutiva de 50 victorias. Además era la 33ª victoria como local de la temporada para un total de 40 victorias seguidas en casa, una racha que romperían los Lakers en el siguiente partido una semana después.

Por si fuera poco, Dennis Scott rompía el récord de John Starks de más triples anotados en regular season, superando la cifra de 217 triples. El nuevo récord quedó en 267 triples, y tuvieron que pasar 10 años para que Ray Allen lo mejorase.

Pero aún queda otra marca histórica de ese mismo partido. El reserva de los Magic Brooks Thompson anotó 21 puntos en el último cuarto, consiguiendo el récord histórico de puntos de la franquicia en un cuarto. Este registro no se batió hasta que 25 años más tarde Terrence Ross anotó 22 puntos en el último cuarto en la victoria 110-104 frente a los Knicks.

También con el paso del tiempo Doug Collins acabaría restándole importancia a lo sucedido esa noche:

“Me gusta Anthony, siempre fue un buen tipo. Lo conocía desde que intentamos reclutarlo en Arizona State cuando yo era entrenador asistente. Puedo comprender su extravagancia. Seguramente era la única oportunidad en su vida de lograr algo así. Pero cuando estás perdiendo un partido de la manera que lo hicimos nosotros, lógicamente es algo que nunca vas a encajar bien. Cuando pasen 10 años nadie se acordará de las circunstancias y el podrá decir que hizo un triple doble”.

El récord de triples de Dennis Scott caerá en el olvido, igual que el récord de puntos de Brooks Thompson, pero siempre nos acordaremos del día que Anthony Bowie consiguió su triple doble y de cómo lo hizo. Para eso están YouTube y los artículos.

 

 

martes, 15 de agosto de 2023

¿Quién dijo... (23)

Richie Powers

“... Me sentí como si estuviera en el escenario del Radio City Music Hall. Fue genial recibir tal homenaje, pero no pude evitar pensar que antes de que terminara el partido escucharía a alguien gritar: 'Oye, Powers, deberías haber retirado en el 999, inútil'".

Richie Powers - Árbitro NBA en su 18º temporada.

Corría el 18 de noviembre de 1973, y en el Forum de los Angeles, los Cavaliers visitaban a los Lakers. El partido se detuvo y el GM de los Lakers Pete Newell entraba en la cancha para estrechar la mano de Richie Powers, que se convertía aquella noche en el segundo árbitro de la NBA en superar los 1000 partidos. Mendy Rudolph fue el primero.

Tras 10 segundos de partido, y señalar una falta en ataque de Cleveland, lo último que esperaba un perplejo Powers era recibir una ovación con el público del pabellón en pie. Ciertamente, la primera en su trayectoria como colegiado. Mientras Newwell le entregaba un balón conmemorativo autografiado, Chick Hearn, el eterno comentarista de los Lakers, micrófono en mano informaba a todos los asistentes de la hazaña milenaria.

El resultado del partido no es lo más importante para esta historia, pero acabó con victoria local 102-100 para alegría de Bill Fitch, entrenador de los Cavs, que dejaría otra frase para la historia tras haber conseguido romper la racha de 7 derrotas consecutivas en LA por 17 o más puntos:

“Me alegro de que el partido de esta noche haya sido ajustado y que la gente no haya empezado a vaciar las gradas al descanso como nos suele pasar aquí. Probablemente sea la primera vez que provocamos un atasco de tráfico en el Forum”.

martes, 16 de junio de 2020

Los excursionistas de San Ignacio

“Cuando negros y blancos coincidan en los campos de juego bajo unos principios de completa igualdad, será natural que ese sentido de equilibrio se incorpore en la vida diaria de la gente”.

Leon Butt, Senador del estado de Georgia, 1957.

 

¿Dónde está nuestra película? Esta debió ser la pregunta que se hicieron muchos de los protagonistas de esta historia cuando vieron Glory Road (Camino a la gloria). En esta película de Disney se narraba la historia del campeonato universitario de 1966, y como la universidad de Texas Western fue capaz de derrotar con un quinteto formado exclusivamente por jugadores negros a la favorita Kentucky. Aunque es tentador señalar aquel partido como el principio del fin de la segregación en el baloncesto de Estados Unidos, durante años y décadas hubo muchos pioneros que lucharon por conseguir esta igualdad, y este es el relato de uno de estos precursores, los Loyola Ramblers de 1963.

Situada en el estado de Illinois, Loyola es la universidad jesuita más grande de Estados Unidos. Fundada en 1870 bajo el nombre de St. Ignatius College en honor al religioso español San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas. En el campo del deporte siempre han tenido que llevar el ‘apellido’ de Loyola-Chicago, para diferenciarla de las otras tres universidades con las que comparte nombre (Maryland, Nueva Orleans y Los Angeles). Inicialmente los equipos de Loyola tenían el apodo de ‘Grandes’, en un claro guiño a sus orígenes hispanos, pero este nombre no enganchó y a final de los años 20 fue cambiado por Ramblers (Excursionistas), un apodo que le habían puesto los periodistas al equipo de football por los viajes tan largos que hacían en aquellos años.

Hace más de medio siglo apenas superaban los 3.000 estudiantes, en comparación con los más de 15.000 que tiene en la actualidad. Compiten al baloncesto desde 1913, y sus equipos tuvieron cierto éxito consiguiendo llegar a sendas finales del NIT (National Invitational Tournament) en 1939 y 1949, campeonato que en aquella época gozaba de mayor prestigio que el torneo NCAA.

La década de los ’60 fue decisiva para el desarrollo legislativo de los derechos de las minorías en Estados Unidos, especialmente para los afroamericanos. En 1947 el mundo del deporte dio un gran paso a favor de la integración cuando el jugador de béisbol Jackie Robinson se convirtió en el primer negro que jugaba en las grandes ligas (major leagues). Activistas como Martin Luther King y Rosa Parks le dieron en los 50 un gran impulso al movimiento social por los derechos civiles. La segregación y discriminación en escuelas, zonas de trabajo o lugares públicos estaba a la orden del día, especialmente en estados del sur como Alabama, Louisiana o Mississippi. Los actos violentos, las sentadas y las marchas por la libertad ocupaban páginas y más páginas en la prensa. Hasta los años 1964 y 1965 no se aprobaron varias leyes fundamentales en el devenir de la sociedad estadounidense: la Ley de Derechos Civiles, la Ley de Inmigración y la Ley de Derecho a Voto.

EL ENTRENADOR IRELAND

George Ireland fue un nombre que pasó buena parte de su vida dedicado al baloncesto, tanto como jugador como entrenador. Originario de Madison (Wisconsin) destacó desde muy joven en el deporte de la canasta. Consiguió hacerse un hueco en la universidad de Notre Dame donde fue 3 años titular destacando como un exterior con un buen lanzamiento exterior (a dos manos) siendo elegido como All-American en 1936, el mismo año en que su equipo sería nombrado como campeón nacional por la Helms Foundation.

Entre 1936-1951 estuvo entrenando en la Marmion Military Academy, un instituto católico de Illinois, después de rechazar la oferta de ser el ayudante de John Wooden en la Central High School de South Bend, ya que en el trabajo de Marmion cobraría 10 $ más al mes.

En 1950 rechazó la proposición de Loyola para hacerse cargo del equipo de baloncesto, ya que su sueño era volver a Notre Dame como entrenador. Curiosamente, en 1951 cuando el banquillo de Notre Dame estaba disponible el elegido fue su ex-compañero Johnny Jordan, la misma persona que finalmente se hizo cargo de Loyola en 1950. De esta manera Ireland acabaría aceptando la nueva oferta de Loyola para hacerse cargo de su equipo a partir de la temporada 1951-52.

En su primera temporada aprovechó la inercia de una plantilla cargada de jugadores seniors de calidad para acabar acumulando 17 victorias y 8 derrotas, número que tardaría mucho en repetir. Tras 5 años en el puesto el balance era de 56-63, un porcentaje de victorias muy inferior en comparación con sus predecesores. Una noche encontraron al lado de uno de los edificios del campus un muñeco colgado de un mástil que representaba la imagen del entrenador ‘ahorcado’. Por si fuera poco, tanta derrota estaba haciendo mella en su físico, y tras sufrir múltiples úlceras tuvo que someterse a una operación para extirparle casi la totalidad del estómago.

Conociendo el carácter de Ireland no es nada extraño el episodio de las úlceras. Era conocido como The Man. Iba a su aire, bajo sus propias normas, sin hacer caso de las opiniones exteriores. Con sus jugadores podía ser extremadamente duro e incluso cruel, aunque como es normal los que gozaban de más minutos en la cancha acababan agradeciendo esta férrea disciplina.

Años más tarde Ireland bromeaba que lo único que le diferenciaba de Bobby Knight era su comportamiento en la banda, sobre todo en su etapa ‘post-úlceras’, y que él nunca lanzó una silla. De lo que no se le podía acusar, a diferencia de lo que pasaba con otros muchos entrenadores, era de ser racista. Como dijo Jack Egan, base titular del equipo de 1963, el día del entierro de su entrenador: “George no distinguía entre colores. Nos odiaba a todos por igual”.

Y como muestra de todo lo anterior la conversación que tuvo con uno de los primeros jugadores negros que reclutó.

“Me he dado cuenta que estás empezando a dejarte bigote. Ya conoces las reglas. Aféitatelo” gritó Ireland, mientras el joven jugador alegaba en su defensa que el bigote y la barba era una expresión de la cultura negra. “¿Ah, sí? Bueno las rodilleras y los tiros libres fallados también lo son y ya sabes que tampoco los tolero en mi equipo”. Discusión zanjada,

Art White fue el primer árbitro negro en la Conferencia Big Ten de la NCAA. Anteriormente, entre 1947 y 1949, estuvo jugando con los Loyola Ramblers, y una vez graduado volvió a la St. Elizabeth High School de Chicago para dar clases y entrenar. Además de ayudar al entrenador Ireland arbitrando partidos se convirtió en un contacto muy valioso a la hora de reclutar jugadores negros, no sólo del área de Chicago, sino también de otras ciudades. El ejemplo más claro fue el pívot Clarence Red de Louisiana, que rechazó entre otras una beca de la universidad de San Francisco, doble ganadora de la NCAA en 1955 y 1956 con 3 negros en su quinteto titular (Bill Russell, K.C. Jones y Hal Perry) después de que George Ireland fuera a hablar con sus padres en su casa. Red se convertiría en el jugador más importante de los Ramblers en la transición de las décadas de los 50 y los 60.

JERRY HARKNESS

Aunque los estudiantes le echaban la culpa al entrenador de los discretos resultados del equipo, su jefe directo miraba a otra dirección. El Padre Cletus Hartmann era el presidente del comité deportivo de la universidad y mantenía su lucha particular con el presidente y la jefa de admisiones. Los altos estándares educativos de la institución suponían un freno a la hora de reclutar jugadores. Los propios entrenadores de la Liga Católica de Institutos de Chicago no recomendaban Loyola a sus pupilos por la dificultad de sus exámenes de admisión, y se dieron muchos casos de chicos rechazados por Loyola que eran aceptados en otras universidades jesuitas. Estas eran las palabras del Padre Hartman en una de sus cartas:

“Simplemente espero que no os hagáis la idea de que estamos buscando atajos para el deporte, y que vayamos a admitir a holgazanes en Loyola. Hay algunas circunstancias que conocemos tanto el entrenador como yo que justifican mi petición para la admisión de un atleta determinado. Si la universidad prefiere operar exclusivamente en función de estadísticas y no tener en cuenta otros valores, supongo que nos tendremos que conformar. Sin embargo, hasta que lleguemos a ese utópico momento en el que los atletas más brillantes sean también excelsos estudiantes, creeré que debemos poder solicitar una consideración especial”.

 

Obviamente no se conseguiría ningún cambio profundo en la política de admisiones de Loyola, pero los esfuerzos no fueron baldíos, y en el siguiente curso la universidad admitiría a un chico de Nueva York a prueba. Un chico que había acabado el instituto hacía un año pero no encontró ninguna universidad que realmente apostara por él. Un chico por el que el Padre Hartmann estaría dispuesto a arriesgarse. Su nombre Jerry Harkness.


Puede que el bueno de Jerry haya pasado a la historia como respuesta de pregunta de trivial: ¿Qué jugador anotó la canasta ganadora más larga del baloncesto profesional americano? El susodicho encestó en el último segundo desde aproximadamente 28 metros de distancia para que los Indiana Pacers vencieran a los Dallas Chaparrals en la ABA de 1967. Aunque cierto es que su historia es mucho más interesante que un tiro afortunado. Harkness creció en Harlem con su madre y su hermana gracias a la ayuda de los servicios sociales. Tuvo la suerte de ser aceptado en el DeWitt Clinton, un instituto público sólo para niños en el norte del Bronx. Su primer amor deportivo fue el atletismo, destacando en pruebas de medio fondo y cross. Después de su primer año de instituto su familia se mudó al Bronx y comenzó a jugar al baloncesto en ligas de verano, pero tenía tan poca confianza en sus posibilidades y tanto miedo al fracaso que ni siquiera se atrevió a presentarse a las pruebas para el equipo del instituto, aunque todo cambiaría 2 veranos después.

 

Su despertar tuvo lugar un día que estaba tirando sólo en el YMCA (una asociación juvenil) cuando alguien detrás suyo le dijo “no está nada mal, podrías conseguir una beca”. Harkness se giró desconociendo quién era la persona que le estaba hablando y se encontró con el mismísimo Jackie Robinson, una de las grandes figuras del deporte americano estaba a su lado y apreciaba su juego. La autoestima del joven Jerry se disparó. A él, que ni siquiera se atrevía a probar para entrar en su equipo de instituto, nunca se le habría pasado por la cabeza la posibilidad de conseguir una beca universitaria gracias al deporte. Pero a partir de ese momento comenzó a creer en sus capacidades.

 

En su única temporada de baloncesto organizado Harkness lideró a su equipo en anotación y derrotaron al Boys High de Brooklyn en la final de la liga de institutos públicos que se celebró en el Madison Square Garden. De todas maneras, y a pesar de haber tenido la posibilidad de que le vieran muchos ojeadores, no era sencillo conseguir una beca para un chico negro. Las superestrellas sí que tenían multitud de ofrecimientos, pero para los buenos jugadores como Harkness era más complejo hacerse un sitio en un mundo eminentemente blanco. La posibilidad de la New York University se desvaneció al no superar el examen de acceso. También le llegó el interés de Bowling Green, pero la beca sólo era parcial y era imposible que pudiese pagar el resto. La única opción que le quedaba era la de Texas Southern, una universidad para negros en Houston, que simplemente le había enviado un anuario junto al ofrecimiento de una beca completa. Harkness se decidió a emprender una aventura a lo desconocido, y justo cuando estaba a punto de partir recibió una nueva carta anunciándole que se había quemado una residencia de estudiantes y que lamentablemente se veían obligados a retirarle la beca que le habían ofrecido.

 

Obligado a renunciar a su sueño universitario, Harkness empezó a trabajar en los más variopintos oficios para poder ayudar en casa, a la vez que seguía matando el gusanillo del baloncesto en la calle. La premura económica casi le arrastró a cometer un error fatal. Unos corredores de apuestas hablaron con Jerry para que este intermediara con unos antiguos compañeros de instituto que iban a jugar un partido en el Madison Square Garden. Simplemente se trataba de convencerles de que debían ganar como mucho por un determinado margen de puntos, no más. La bolsa de las apuestas debía ser suculenta, porque a cambio de sus servicios le prometieron 2.000 dólares, y estamos hablando de 1958-59. Jerry fue hasta el Madison ansioso de conseguir un dinero tan fácil, localizó a los jugadores y se quedó paralizado. Su timidez le impidió dirigirse a ellos. ¿Qué les iba a decir? ¿Cuánto dinero ofrecerles? Con el tiempo uno de aquellos jugadores acabó convirtiéndose en agente del FBI, y Harkness siempre ha creído que aquel potencial delito de apuestas habría acabado antes o después con su carrera.

 

En 1959 volvió a jugar en las ligas de verano con los Reliables de Walter November. November se había convertido en los ojos de George Ireland en Nueva York, y después de ver el buen rendimiento de Harkness en aquellos partidos le recomendó que viniera a verlo de nuevo. En 1958 Ireland ya había estado viendo algún partido del equipo de Harkness, en el viaje anual a Nueva York que le permitía el exiguo presupuesto que tenía a su disposición para reclutar jugadores, pero no tuvo una actuación destacada. Esta vez confió en la recomendación de su amigo November, convenció a la madre del jugador de los beneficios que tendría su hijo consiguiendo una educación en Loyola, y finalmente Harkness hacía las maletas para Illinois con una beca a prueba bajo el brazo.


En otoño de 1959 Jerry Harkness llegó al campus de Loyola, y sus 190 centímetros de altura no pasarían desapercibidos. No era un gran tirador, ni alguien capaz de impresionar con un gran salto o unos movimientos espectaculares, pero lo que sí que tenía era un gran velocidad y sobre todo una capacidad de resistencia fuera de lo normal, fruto de su etapa en el atletismo. Cuando llegaba el final del partido y el resto de jugadores estaba con la lengua fuera, Harkness aún seguía pletórico lleno de energía. Era un jugador agresivo, muy rápido de manos y con la extraña habilidad de estar siempre un paso por delante de la jugada, ya fuera para robar un balón, cortar por la zona o colocarse para el rebote.

 

Las reglas de la NCAA entre 1954 y 1973 no permitían a los freshmen (jugadores de primer año) formar parte del primer equipo de la universidad, debían pasar su primera temporada con el resto de novatos jugando en el que podríamos denominar ‘equipo junior’ ganándose una plaza para la siguiente temporada. Aquel año de preparación fue la confirmación de Harkness en las canchas, liderando a su equipo a un balance de 8-1 con 23 puntos de media. También le sirvió para asentarse en el campus. Poco a poco dejó de sentirse como un animal fuera de su hábitat natural, sus notas fueron mejorando poco a poco y además conoció a la chica que se acabaría convirtiendo en su mujer. ¡Menudo cambio de vida en apenas 12 meses!

ARMANDO EL EQUIPO

 

Con la llegada de Harkness al equipo senior de Loyola comenzaba una nueva época. Formando pareja con su compañero de habitación, un Clarence Red que estaba en su último año de universidad, los Ramblers consiguieron 15 victorias por tan sólo 8 derrotas. El mejor resultado desde la primera temporada de Ireland en el banquillo, y mejorando por mucho el 10-12 de la temporada anterior. Harkness se convirtió rápidamente en la referencia del equipo, acabando con un promedio de 22,6 puntos por partido. El punto álgido de aquel equipo fue la agónica victoria 83-82 contra Detroit, una de las universidades más poderosas, con una futura estrella NBA como Dave Debusschere como referente que anotó 35 puntos en aquel partido.

 

Una derrota contra Xavier en el encuentro que cerraba la temporada les privó de la posibilidad de haber recibido una invitación para participar en el torneo NCAA. En 1961 la mayoría de equipos universitarios de primera división estaban agrupados en 17 conferencias, pero aún quedaban alrededor de 50 equipos que competían como ‘independientes’, no estando afiliados a ninguna conferencia. Loyola era uno de ellos. En el torneo NCAA participaban 24 equipos, los 17 ganadores de cada conferencia (por norma general, aunque más adelante veremos alguna excepción) más 7 equipos independientes invitados por el comité.

 

Al igual que los aficionados, la junta atlética de Loyola se quedó con ganas de más, y por eso se plantearon la idea de un partido de exhibición contra el ‘equipo junior’. Así además de ver una vez más a aquellos jugadores que les habían devuelto la ilusión por el baloncesto podrían recaudar fondos. Pero enseguida decidieron que ese partido no se podía celebrar. Tenían miedo. Miedo porque estaban casi seguros que los novatos iban a ganar a los mayores.

 

El boca a boca seguía siendo el método más fiable de George Ireland a la hora de reclutar nuevos jugadores para su equipo, y 1960 no iba a ser diferente. De nuevo la conexión neoyorquina de Walter November le ponía en la pista de Ron Miller, un jugador negro del instituto de Columbus que a pesar de tener la estatura de Harkness jugaba de interior gracias a su gran capacidad de salto. Miller había tomado la decisión de aceptar la oferta de la universidad de Dayton (Ohio), uno de los equipos más potentes de aquellos años, bien conocido en la Gran Manzana gracias a sus participaciones en el NIT. Sin haberle visto jugar Ireland se fue hasta Nueva York y como era habitual en él consiguió convencer a la madre del jugador para que esta prácticamente obligara a su hijo a ir a Loyola contra su voluntad.

 

Antes de cerrar el reclutamiento de Miller, Ireland había viajado hasta Tennessee por segundo año consecutivo siguiendo el consejo del ex-jugador de Loyola Art White. En el campus de la ahora conocida como Tennessee State se celebraba el campeonato nacional de institutos negros. Ireland y Ted Owens, asistente de la universidad de Kansas, eran los únicos blancos entre las más de 4.000 personas que asistieron a los partidos. El año anterior se le escapó a UCLA el jugador que quería, pero el entrenador del instituto local de Pearl le consoló “no te preocupes George, vuelve el año que viene, seguramente encontrarás a alguien que te guste”. Y vaya si estaba en lo cierto. El equipo de Pearl volvió a ganar el torneo gracias a la superioridad bajo los tableros de sus dos hombres altos: Vic Rouse y Les Hunter. Ambos sabían que alguna universidad se había interesado por ellos, pero no tenían ninguna oferta concreta. Además había decidido que si salían de Tennessee tenía que ser con la misma universidad de destino. Ireland no dudó, y en aquel viaje consiguió su futuro juego interior.

 

Jack Egan era un tipo peculiar. Apenas superaba el 1.75 de altura, de constitución fuerte, rollizo incluso. Criado junto a sus 8 hermanos en el seno de una familia irlandesa y muy católica, en un barrio del sur de Chicago donde los problemas raciales estaban a la orden del día. “Para mí recibir un bueno golpe o pegar a alguien me hace sentir mejor. Necesito ese contacto físico para soltarme, a partir de ahí ya es un partido normal”. Con esta peculiar filosofía se convertía en un líder perfecto, capaz de luchar con quien fuese sin achantarse para conseguir su objetivo o defender a sus compañeros. Y además no se le daba mal el baloncesto. Con 15 o 20 ofertas de universidades importantes se inclinó por la de Iowa, pero cuando llegó al campus junto al resto de novatos el entrenador le dijo que su beca sería renovable año a año. Egan furioso cogió la maleta y regresó a casa. Después de este desengaño le costó bastante decidirse por su nuevo destino. Ireland lo conocía de un partido All-Star de instituto que jugó en la cancha de Loyola y era muy amigo del primo del padre de Egan. Llegados a este punto no hace falta decir más, Egan se convirtió en un nuevo jugador de los Ramblers.

 

Estos cuatro jugadores (Miller, Rouse, Hunter y Egan) formaron la base del equipo de novatos que tanto impresionó en la temporada 1960-1961, y una vez superadas las dificultades lógicas de adaptación estaban llamados a hacer grandes cosas cuando pasaran a jugar al equipo senior.

Con todas estas novedades en el equipo, Ireland decidió cambiar, o mejor dicho, se vio obligado a cambiar su habitual sistema de juego pausado con algún contraataque por un juego mucho más dinámico, con más presión y velocidad. Tenía entre manos la mejor plantilla de toda su carrera, y era su deber exprimirla al máximo. Su quinteto básico fue el formado por Harkness y Rouse en las alas, Hunter que creció casi 8 centímetros el verano anterior a su llegada a la universidad de pívot y por fuera Egan y Mike Gavin, otro irlandés procedente de las ligas católicas de Chicago. En total 3 jugadores debutantes, Harkness en su segundo año y Gavin como único senior. Ron Miller que había trabajado a marchas forzadas para reconvertirse en exterior quedaba como sexto hombre.

 

La temporada regular fue sobre ruedas. Sólo perdieron tres partidos y el nuevo estilo de juego les convirtió en el equipo más anotador del país, llegando a ocupar la décima plaza en los rankings nacionales. Como no podía ser de otra manera, recibieron sendas invitaciones para participar tanto el torneo de la NCAA como en el NIT y aunque pueda parecer extraño Ireland decidió que irían al NIT, la competición menor. Como el campeonato se celebraba en el Madison Square Garden el entrenador quería premiar a Harkness y Miller brindándoles la oportunidad de ver y competir ante sus familias y amigos. Además, tenía una confianza ciega en que el próximo año serían capaces de repetir temporada y poder participar en el torneo de la NCAA.

De Nueva York salieron como terceros clasificados del torneo, tras ganar 75-64 a Temple en cuartos de final y a Duquesne 95-84 en la lucha por la tercera plaza. Fue la universidad de Dayton, que a la postre sería la campeona, quien les eliminó en semifinales 98-82. Pero el dato más significativo del torneo tuvo lugar en el último partido. Mike Gavin se quedó en el banquillo y Miller ocupó su lugar. Cuatro negros y un blanco en el quinteto. Acababan de sembrar la semilla de la siguiente temporada.

TEMPORADA 1962-1963

 

Los Ramblers habían conseguido ganarse el respeto de los medios. En los rankings de pretemporada aparecían como el número 4 del país, sólo por detrás de Cincinnati (vigente campeón), Duke y Kentucky. Aparte de mantener prácticamente la misma plantilla que consiguió el tercer puesto en el NIT, las recomendaciones de Walter November seguían dando sus frutos y subían del ‘equipo junior’ dos jugadores de segundo año para fortalecer el banquillo: Billy Smith y Pablo Robertson. Los dos al igual que Harkness procedían de Harlem. Smith era un alero-pívot todoterreno del estilo de Charles Barkley, y Pablo un base más pequeño que Egan que impresionaba por su manejo del balón. Curiosamente con el paso de los años Pablo Robertson acabaría siendo el jugador más ‘mediático’ del equipo, ya que gracias a su paso por los Harlem Globetrotters tuvo un personaje en la serie de dibujos animados de los años 70.

 

Manteniendo el ritmo frenético que les caracterizaba, Loyola superaba con solvencia a todos sus contrincantes, con victorias tan meritorias como el 106-94 en su visita a la universidad de Indiana que tenía en su plantilla a Jon McGlocklin y a los gemelos Dick y Tom Van Arsdale, tres futuros All-Star en la NBA. Esta racha triunfal se prolongó hasta mitad de febrero, cuando perdieron contra Bowling Green 75-92 después de haber comenzado la temporada con 21 victorias seguidas.

 

Anteriormente hubo dos sucesos importantes en el transcurso de aquella temporada. El primer ocurrió el 28 de diciembre de 1962, en el tercer partido jugado en tres días en un torneo navideño en Oklahoma. Loyola dominaba con relativa facilidad a Wyoming cuando a siete minutos del final Jack Egan, quien sino, tuvo un enfrentamiento con uno de los árbitros y fue expulsado. Ireland lo sustituyó por Pablo Robertson, atreviéndose a hacer lo que nadie había osado antes, poner un quinteto de jugadores negros en la cancha. Pero no todo fueron buenas noticias en el equipo. Las notas del primer semestre tuvieron consecuencias muy negativas, ya que tanto Smith como Robertson fueron apartados del equipo y poco después decidieron regresar a Nueva York.

 

Las dos piezas fundamentales del banquillo, dos jugadores capaces de anotar en dobles figuras en cualquier partido, desaparecían de la plantilla en la recta final de la temporada. Por si fuera poco, Earl Johnson que se había convertido automáticamente en sexto hombre se marchaba de la universidad un par de semanas más tarde alegando problemas económicos. George Ireland se quedaba con nueve jugadores en la plantilla, ni siquiera le llegaba para entrenar en condiciones un cinco contra cinco. Además, su confianza en el resto de la plantilla era nula, y a partir de aquel momento los titulares recibieron el apodo de ‘Iron Men’ ya que los cinco sólo abandonaban la cancha cuando los expulsaban por personales. Así, no es de extrañar que perdieran contra Bowling Green, o dos semanas más tarde una nueva derrota en casa frente a Wichita State en el partido que cerraba la temporada regular. De promediar 97,9 con la plantilla al completo habían bajado a 80,8 en los últimos seis partidos. Debido a todos estos problemas el comité deportivo de la universidad abogaba por aceptar la invitación del NIT y rechazar la de la NCAA, pero Ireland estaba decidido a seguir la ruta que habían trazado la temporada anterior y llevar a su equipo al torneo de la NCAA.

 

Afortunadamente la eliminatoria previa sería un partido de calentamiento. Su rival fue la universidad de Tennessee Tech, campeón de la Ohio Valley Conference que a priori no les tenía que dar muchos problemas. Por si fuera poco el partido se jugó en Evanston (Illinois), a unos siete kilómetros del campus de Loyola. Fue una paliza sin piedad, 111-42. 69 puntos de diferencia, que hoy en día siguen siendo record del torneo NCAA. En la grada un boquiabierto Babe McCarthy, el entrenador de su próximo rival, hizo estas declaraciones a la prensa:

 

“Son el mejor equipo del mundo jugando al contraataque. Nadie puede vencer a un equipo como este”.

EL PARTIDO DEL CAMBIO: MISSISSIPPI STATE

 

Que nadie malinterprete estas palabras. A Babe McCarthy y a sus jugadores les había costado muchísimo llegar a la Final Four de Michigan, y no me refiero a lo deportivo, que en su caso fue la parte más sencilla.

Cinco meses antes del encuentro que les iba a enfrentar a Loyola hubo 2 muertos en unos aterradores disturbios en la universidad vecina de Mississippi. ¿El motivo? Tras casi año y medio de lucha en distintos tribunales, acababa de ser aceptado el primer negro en la historia de la universidad, un veterano militar con nueve años de experiencia en las fuerzas aéreas para más señas.

En diciembre de 1956 Mississippi State estaba jugando un torneo en Indiana. Después de ganar el partido de semifinales vieron que su próximo rival, la universidad de Evansville, tenía a un negro en la plantilla. La reacción fue inmediata, hicieron las maletas y se metieron en el autobús de vuelta a casa. No iban a desafiar una de las leyes no escritas del estado de Mississippi, sus equipos nunca jugarán contra otros equipos que tengan negros. A la llegada a la universidad recibían por ello la felicitación de los ciudadanos, como por ejemplo una carta que les felicitaba por “[…] luchar contra el deterioro y la degeneración promovida por políticos de medio pelo, comunistas y otros grupos egoístas”.

 

Con la dirección de Babe McCarthy en el banquillo, Mississippi State quedó campeona de la Southeastern Conference (SEC) en 1959, 1961 y 1962. El resultado global de aquellas tres temporadas fue impresionante, 67 victorias y 8 derrotas, pero en las tres ocasiones se vieron obligados a renunciar a su plaza en el torneo NCAA. No podían correr el riesgo de encontrarse con algún equipo con negros en el torneo final. McCarthy siempre fue muy cauto en sus declaraciones, acatando sin rechistar las decisiones que venían de altas instancias, pero tenía claro que en 1963 iba a hacer todo lo posible para que no se repitiera. El aspecto deportivo no fue problema. Ganaron su conferencia 12-2 con un margen de 2 victorias. En los despachos contaron con la ayuda de Dean Colvard, que tras 2 años como presidente de la universidad fue capaz de convencer al comité deportivo para que votara a favor de la participación del equipo en el torneo NCAA. Entre la población también había cambiado la opinión según diferentes encuestas. Como todos en el campus estaban de acuerdo, Colvard anunció que el equipo jugaría la Final Four regional de Michigan “salvo que las autoridades competentes lo impidan”. Aquí empieza lo que bien podría ser una película de espías o un capítulo del Show de Benny Hill.

 

Dos días antes del partido el senador de Mississippi Billy Mitts consiguió que un juez emitiera una orden temporal para impedir que el equipo participara en el torneo. Da la casualidad que Mitts había sido un alumno de Mississippi State. Tras reunirse con un abogado Colvard ideó el plan de escapada. Como la orden judicial iría dirigida a alguno de los responsables de la universidad, decidieron irse todos fueran de las fronteras del estado (a Tennessee y a Alabama). Así nadie podría encontrar ni al entrenador McCarthy, ni a su ayudante, ni a Colvard, ni al director deportivo, etc. Además los jugadores saldrían en dos grupos. Primero irían al aeropuerto los que normalmente no jugaban, para ver si les impedían coger el avión. Los jugadores más importantes se preparaban para ir en coche hasta Alabama y coger allí otro avión. Para aumentar el disparate, los encargados de entregar la orden judicial se encontraron que el sheriff del condado que les debía acompañar estaba indispuesto (enfermo o seguramente lo bastante listo para evitar estos asuntos), y el ayudante del sheriff no fue muy eficiente a la hora de buscar las casas de los responsables de la universidad.

Al final todos los jugadores pudieron salir en el primer avión, pararon en Tennessee para recoger a los entrenadores, y sin más obstáculos pudieron llegar a Michigan en la víspera del partido.

 

Sin apoyo de sus aficionados en las gradas, fueron los habitantes de Michigan los que se volcaron con el equipo de Mississippi, que aún recuerdan como se les pusieron los pelos de punta cuando la banda local interpretaba su canción de guerra. Justo antes de comenzar el partido se encontraron los 2 capitanes en el centro de la cancha. Jerry Harkness y Joe Dan Gold se estrecharon las manos, un saludo que simbolizaba el principio y el fin. Y de repente aparecieron cientos de luces procedentes de las cámaras de fotos que inmortalizaban el momento. Era mucho más que un partido de baloncesto. Era historia.

En abril de 2011 Joe Dan Gold perdió su batalla contra el cáncer. En el entierro en un pequeño pueblo de Kentucky apareció entre la multitud blanca un anciano negro, Jerry Harkness, que se abrazó llorando con la familia mientras todos miraban encima del ataúd la foto de aquel saludo de 1963.

 

Volviendo al partido, Loyola encajó un parcial de 7-0 de inicio, y necesitó 6 minutos para anotar su primera canasta. Mississippi State era un equipo diseñado para jugar lento y conservar las ventajas, pero incluso llevando el ritmo del partido se vieron impotentes frente al físico de los jugadores de Loyola. Seguramente todo el estrés previo al partido tampoco les ayudó mucho. Al final 61-51 para los Ramblers, su anotación más baja de la temporada. La noche siguiente en un partido sin apuros, se deshacían 79-64 de sus vecinos de la universidad de Illinois. A falta de cuatro minutos Loyola ganaba de 28 puntos y George Ireland sólo sentó a alguno de sus titulares a 1:10 del final. Se habían ganado el billete a Kentucky para disputar la Final Four.

CHOQUE DE ESTILOS

 

Una semana más tarde se disputaría la Final Four en el Freedom Hall (Pabellón de la Libertad, deliciosa ironía) de Kentucky. La primera semifinal enfrentaba a Duke y Loyola, mientras Oregon State y Cincinnati competían en el duelo más desigual. Los Blue Devils llegaban a este partido con una racha de 20 victorias consecutivas y sólo 2 derrotas en toda la temporada, el equipo número 2 del país. En su plantilla destacaban dos jugadores con futuro NBA, Jeff Mullins y un Art Heyman que acababa de ser nombrado jugador del año de la NCAA.
La noche previa al partido Ireland analizaba a Duke con un invitado especial. Dean Smith, entrenador de North Carolina ejercía de colaborador de lujo diseccionando sistemas y jugadores de su histórico rival. En la charla previa al partido Ireland repasaba con sus jugadores aquellos apuntes, hasta que se cansó y los tiró a la papelera “no van a hacer nada de esto porque les vamos a presionar a muerte”.

44-31 reflejaba el marcador al descanso. Duke tiró de pundonor apretando el partido 74-71 a falta de cuatro minutos, pero los ‘Iron Men’ de Loyola metieron una marcha más y acabaron ganando 94-75. “Queríamos machacar a estos tipos. No derrotábamos sólo a unos jugadores. Derrotábamos a un sistema, a una ideología”.

 

Los Cincinnati Bearcats se deshicieron con facilidad de Oregon State 80-46, confirmando su condición de principal favorito. Suyos habían sido los dos últimos títulos de la NCAA en 1961 y 1962, y una derrota por un punto contra Wichita State era el único borrón de una temporada perfecta. De la mano del entrenador Ed Jucker, y tras la salida de su gran estrella Oscar Robertson en 1960, habían decidido abandonar el juego rápido que habían desarrollado sin lograr ningún campeonato en la etapa de Robertson. Ahora con unos jugadores menos estelares había que ganar los partidos desde la defensa, y a la vista de los resultados queda patente que fue la opción más acertada. Justo lo contrario que Loyola. La mejor defensa contra el mejor ataque, el caos controlado contra el baloncesto metódico.

 

En un partido televisado para todo el país el árbitro principal se preparaba para el salto inicial con siete jugadores negros en la pista. En 1963 la sociedad americana aceptaba la presencia de estrellas negras (Russell, Chamberlain, Baylor o Robertson por ejemplo), pero el hecho de ver dos equipos con una presencia tan pequeña de jugadores blancos todavía impactaba. Desde la primera jugada del partido Tom Thacker conseguía anular con su defensa a Harkness. Su compañero George Wilson se convertía en un coloso bajo los tableros limitando el poderío del que habitualmente hacía gala la pareja Hunter-Rouse. Loyola anotó 4 puntos en los primeros ocho minutos y falló 13 de sus primeros 14 tiros. Al descanso llegaban con una paupérrima anotación de 21 puntos por 29 de su rival. La defensa les permitía llegar con vida a la segunda parte.


Ireland les animó en el vestuario. No lo estaban haciendo tan mal, era cuestión de seguir buscando buenos tiros y conseguir uno de sus habituales parciales anotadores. No fue así. Con una racha de cinco canastas casi seguidas de los Bearcats la diferencia se disparaba hasta el 30-45 a falta de 12:30 para el final del partido. Además hay que tener en cuenta que hasta mitad de la década de los 80 no existió en la NCAA ni el tiro de tres ni el reloj de posesión. Con esa diferencia mediada la segunda parte, en el momento en que Cincinnati decidiera alargar las posesiones al máximo para dejar pasar el tiempo el partido estaría finiquitado. ¿O quizás no?

 

Harkness falló los siguientes 3 tiros de su equipo, anotando sólo un tiro libre. Cincinnati ya había comenzado a perder tiempo, obligando a que su rival arriesgase en defensa para recuperar la posesión. Aunque esta táctica fue un arma de doble filo, ya que perdieron el ritmo en ataque y no entraban como antes los tiros fáciles. Además tres de los titulares de Cincinnati estaban con 4 faltas, y al igual que Loyola tampoco confiaban en las rotaciones. A cuentagotas los Ramblers comenzaron a reducir la diferencia. A cinco minutos de la conclusión 41-48. En la siguiente posesión Harkness anotaba su primer tiro en el partido. Presión a todo cancha, Harkness recupera y canasta de nuevo, 45-48 y cuatro minutos y medio para el final. Cincinnati sigue con vida en los siguientes minutos gracias a los tiros libres. Hunter situó el 52-53 a doce segundos del final. Harkness inmediatamente enviaba a Shingleton a la línea de tiros libres. El primer lanzamiento dentro. El segundo rebota en el aro y acaba en las manos de Hunter, que se la pasa a Miller que sale disparado (cometiendo pasos) hacia la canasta rival, tras sobrepasar la línea de medio campo lanza el balón a Harkness que está en el lado izquierdo, tras un bote hacia la línea de fondo se eleva y anota la suspensión que les da el empate. Habría prórroga.

 

A falta de 1:45 para el final de la prórroga el encuentro seguía igualado, 58-58. La posesión era para los Ramblers, que contrarios a su estilo decidieron agotar el reloj y jugarse el último tiro. Como era de esperar el balón acabaría llegando a las manos de Harkness, que repitiendo la jugada que forzó la prórroga arrancó desde la línea de banda, se frenó en seco antes de llegar al final de la cancha y girándose en el aire para ejecutar el lanzamiento decide en el último instante echar al balón hacia atrás a Hunter, que un paso por delante del tiro libre estrella la bola primero contra el aro y luego el tablero mientras Vic Rouse se anticipa a la defensa de Cincinnati y con un escorzo en el aire recoge el rechace y anota a tablero en el último segundo. Los Loyola Ramblers son los nuevos campeones de la NCAA.

 

Durante la entrega de trofeos, y ante la estupefacción de los espectadores, comenzaron a anunciar a varias personas como entrenadores ayudantes de Loyola, casi tanto como jugadores. “Sólo teníamos nueve jugadores, así que no íbamos a ser tan tontos como para desaprovechar los quince relojes que regalaba la NCAA. Por eso decidí invitar a seis ex-jugadores históricos de los Ramblers a que se unieran a la expedición como ayudantes y así poder disfrutar de este momento”. George Ireland, genio y figura.


Este éxito universitario no tendría continuidad a nivel profesional. Únicamente Les Hunter con 6 temporadas a buen nivel en la ABA y Harkness con un paso testimonial en los Knicks y 81 partidos con los Pacers en la ABA. Como curiosidad, en la temporada 1965-66 coincidieron en una liga menor como la NABL (North American Basketball League) Egan, Harkness y Hunter. Juntos consiguieron rememorar viejas sensaciones consiguiendo el campeonato con los Twin City Sailors de Michigan. En la siguiente temporada Ron Miller también se unió al equipo para formar de nuevo casi el quinteto campeón de 1963.

“Veo mi vida como un círculo completo. Si no fuera por gente como nosotros que consiguió romper las barreras del racismo mediante acontecimientos como el partido de Mississippi State, Obama nunca habría sido elegido presidente. Comenzando con el día que conocí a Jackie Robinson y acabando con mi encuentro con el Presidente Obama he completado mi círculo vital”. Jerry Harkness tras la última aventura de aquel equipo en julio de 2013 en la Casa Blanca.


- Artículo publicado originalmente en el nº8 de la revista Cuadernos de Basket-