Slick Watts, jugador de los New Orleans Jazz en el momentos de la frase, justamente 35 días después de la llegada de Wilkens al banquillo de los Sonics.
Donald 'Slick' Watts fue un jugador bastante peculiar que pasará a la historia por 2 razones principales:
- En la temporada 1975-76 se convirtió en el primer jugador en liderar las clasificaciones de balones robados y asistencias, un hito que comparte con sólo otros 3 jugadores: Don Buse (Indiana Pacers 1976-77), John Stockton (1988-89 y 1991-92) y Chris Paul (2007-2008 y 2008-2009). Aunque hay que destacar que los robos no se contabilizaron en la NBA hasta la temporada 1973-74.
- Watts convirtió la calvicie en una moda, siendo uno de los precursores a la hora de utilizar la cinta (headband) que hoy en día en una de las señas de identidad de muchos jugadores de la NBA.
Slick Watts tuvo una carrera bastante breve para alguien que consiguió unos registros individuales tan notables, con un éxito fugaz concentrado entre 1975 y 1977. Llegó y se fue de la NBA sin hacer ruido, por la puerta de atrás. Tras 3 años en la universidad de Xavier con 18 puntos y 3 asistencias de media y una elección All-American de la NAIA (National Association of Intercollegiate Athletics) ningún equipo decidió elegir a este base de 1.85 en el draft de 1973 (un draft con 20 rondas y 211 jugadores) pero tuvo la suerte de que Bill Russell, primo de su entrenador en Xavier, fuera nombrado aquel mismo año entrenador de los Sonics. La leyenda de los Celtics quería construir un equipo prácticamente de cero "Eramos peor que un mal equipo, no teníamos personalidad. Parecíamos una niña en su primera lección de baile siguiendo el ritmo de su compañero" y sorprendentemente aquel base agresivo desarrollaría un papel principal en ese cambio de mentalidad.
4 fueron las temporadas que duró Bill Russell en el banquillo de los Sonics. Siempre alrededor del 50% de victorias en temporada regular consiguió 2 apariciones en playoffs. Sus figuras más destacadas en ataque fueron Spencer Haywood y Fred Brown, mientras que Slick Watts acabó haciéndose un lugar entre los bases más destacados de la competición, liderando a su equipo en minutos y apareciendo 3 años seguidos en el Top 5 de robos y asistencias. Sólo le faltó el reconocimiento de ser llamado por los entrenadores para disputar algún All-Star Game, algo difícil para un jugador de sus características, pero que sin ir más lejos consiguió en 1977 Don Buse. Para más inri, en aquella misma edición Watts se quedó fuera del quinteto titular por 4.200 votos de diferencia. Tampoco fue demasiado afortunado a la hora de firmar contratos con el propietario de los Sonics Sam Schulman, llegando a ser en 1977 el 8º jugador "mejor pagado" de la plantilla con 78.000 $, y las peticiones públicas en prensa de renegociar su salario sólo le sirvieron para que Schulman le reprochara su actitud echándole encima a los aficionados, que por primera vez en 4 años discutían su rendimiento en la pista.
La llegada de Lenny Wilkens mediada la temporada 1977-78 supuso un punto de inflexión muy positivo para la franquicia, que pocos años después conseguiría el único campeonato de su historia. Para Slick Watts significó el comienzo de un vertiginoso declive. Primero se encontró en New Orleans con Pete Maravich como hombre orquesta y apenas resistió media temporada antes de ser traspasado. Nunca supo adaptarse al rol de suplente y en la temporada siguiente en Houston era una misión casi imposible desplazar a Calvin Murphy de la titularidad. En cierta manera le pasó lo mismo que a Allen Iverson en las últimas temporadas. Se veía como un jugador unidimensional en el sentido de que sólo podía rendir al 100% jugando a su manera, en el caso de Watts dirigiendo al equipo y marcando el tempo del partido durante más de 30 minutos. Eso de salir como revulsivo desde el banquillo no iba con él, en su cabeza se sentía desaprovechado.
Y así llegamos a la pretemporada de 1979, cuando tras una pelea con Moses Malone se encaró con el entrenador Del Harris (le irritaba sobremanera que el entrenador se dirigiera a él como "saltamontes") y fue invitado a abandonar la disciplina de los Rockets. Pocos meses después, en octubre, sería uno de los últimos cortados de los New Jersey Nets antes de que comenzara la temporada. Con 28 años aquella fue su última oportunidad en la NBA. Realmente ningún equipo se quería arriesgar a meter en su plantilla a un jugador que entre los distintos General Managers se había ganado una merecida fama de jugador problemático con aires de divo.
Watts se dedicó a disfrutar de la vida unos cuantos meses, con los réditos de su último contrato en Houston. A finales de 1980, cuando empezaba a escasear el dinero, se ofreció (obviamente sin éxito) para ayudar a los Sonics de Lenny Wilkens "Soy la pieza que necesita el equipo". Su particular descenso a los infiernos baloncestísticos le llevaría a probar un par de partidos con los Anchorage Northern Kinghts de la CBA e incluso estuvo unas semanas en Italia sin llegar a debutar en la Lega con el Mecap Vigevano (gracias a Remember por la investigación
Estos fueron sus últimos pasos en el profesionalismo deportivo. Decidió matar el gusanillo de la competición aficionándose al tenis, donde alcanzó un nivel que le permitió disputar algun torneo amateur y ganar en 1981 el campeonato de tenis de jugadores NBA.
Lo que nunca habría imaginado Slick Watts es que el destino le iba a regalar una última oportunidad de despedirse del baloncesto con la cabeza bien alta, recibiendo el cariño de los aficionados. En 1987, diez años después de aquel fallido All-Star, el fin de semana de las estrellas se trasladaba precisamente a Seattle. En la jornada del sábado, de aperitivo a los concursos de triples y mates, Watts sería uno de los protagonistas de aquel Partido de Leyendas que ya en los años 90 sería sustituido por los partidos de novatos. Comparado con el resto de jugadores del partido seguramente él era el que tenía menos méritos para ser catalogado como "leyenda", pero por muchos años que hubieran pasado, nadie se había olvidado de aquel carismático jugador de los Sonics de los 70 convertido a sus 35 años en profesor de instituto. Junto a sus antiguos compañeros Haywood y Brown consiguió derrotar al Este 54-43. Abusando de físico contra rivales como Bob Cousy cerró el partido con 7 puntos y 6 asistencias antes de abandonar la cancha ante la ovación general de la grada. Incluso tuvo tiempo con esta victoria de tomarse su vendetta particular con Pete Maravich que formaba parte del equipo del Este.
La cabra siempre tira al monte, y hoy en día sigue viviendo y enseñando educación física en Seattle, muy lejos de su Mississippi natal. Preguntándose quizás qué fue lo que falló para que su carrera tuviera aquel final, pero orgulloso de sentirse muy querido por aquellos aficionados que disfrutaron de su juego cuando era una estrella capaz de atravesar fronteras, como podemos ver en este anuncio que se publicó en prensa española en 1988.