“Cuando negros y
blancos coincidan en los campos de juego bajo unos principios de completa
igualdad, será natural que ese sentido de equilibrio se incorpore en la vida
diaria de la gente”.
Leon Butt, Senador del estado de Georgia, 1957.
¿Dónde
está nuestra película? Esta debió ser la pregunta que se hicieron muchos de los
protagonistas de esta historia cuando vieron Glory Road (Camino a la gloria). En esta película de Disney se
narraba la historia del campeonato universitario de 1966, y como la universidad
de Texas Western fue capaz de derrotar con un quinteto formado exclusivamente
por jugadores negros a la favorita Kentucky. Aunque es tentador señalar aquel
partido como el principio del fin de la segregación en el baloncesto de Estados
Unidos, durante años y décadas hubo muchos pioneros que lucharon por conseguir
esta igualdad, y este es el relato de uno de estos precursores, los Loyola
Ramblers de 1963.
Situada
en el estado de Illinois, Loyola es la universidad jesuita más grande de
Estados Unidos. Fundada en 1870 bajo el nombre de St. Ignatius College en honor al religioso español San Ignacio de
Loyola, fundador de la orden de los Jesuitas. En el campo del deporte siempre
han tenido que llevar el ‘apellido’ de Loyola-Chicago, para diferenciarla de
las otras tres universidades con las que comparte nombre (Maryland, Nueva
Orleans y Los Angeles). Inicialmente los equipos de Loyola tenían el apodo de
‘Grandes’, en un claro guiño a sus orígenes hispanos, pero este nombre no enganchó
y a final de los años 20 fue cambiado por Ramblers
(Excursionistas), un apodo que le habían puesto los periodistas al equipo de football por los viajes tan largos que
hacían en aquellos años.
Hace
más de medio siglo apenas superaban los 3.000 estudiantes, en comparación con
los más de 15.000 que tiene en la actualidad. Compiten al baloncesto desde 1913,
y sus equipos tuvieron cierto éxito consiguiendo llegar a sendas finales del
NIT (National Invitational Tournament)
en 1939 y 1949, campeonato que en aquella época gozaba de mayor prestigio que
el torneo NCAA.
La década de los ’60 fue decisiva para el desarrollo legislativo de los
derechos de las minorías en Estados Unidos, especialmente para los
afroamericanos. En 1947 el mundo del deporte dio un gran paso a favor de la
integración cuando el jugador de béisbol Jackie Robinson se convirtió en el
primer negro que jugaba en las grandes ligas (major leagues). Activistas como Martin Luther King y Rosa Parks le
dieron en los 50 un gran impulso al movimiento social por los derechos civiles.
La segregación y discriminación en escuelas, zonas de trabajo o lugares
públicos estaba a la orden del día, especialmente en estados del sur como
Alabama, Louisiana o Mississippi. Los actos violentos, las sentadas y las marchas
por la libertad ocupaban páginas y más páginas en la prensa. Hasta los años 1964
y 1965 no se aprobaron varias leyes fundamentales en el devenir de la sociedad
estadounidense: la Ley de Derechos Civiles, la Ley de Inmigración y la Ley de
Derecho a Voto.
EL ENTRENADOR IRELAND
George Ireland fue un nombre
que pasó buena parte de su vida dedicado al baloncesto, tanto como jugador como
entrenador. Originario de Madison (Wisconsin) destacó desde muy joven en el
deporte de la canasta. Consiguió hacerse un hueco en la universidad de Notre
Dame donde fue 3 años titular destacando como un exterior con un buen
lanzamiento exterior (a dos manos) siendo elegido como All-American en 1936, el
mismo año en que su equipo sería nombrado como campeón nacional por la Helms Foundation.
Entre 1936-1951 estuvo
entrenando en la Marmion Military Academy, un instituto católico de Illinois,
después de rechazar la oferta de ser el ayudante de John Wooden en la Central
High School de South Bend, ya que en el trabajo de Marmion cobraría 10 $ más al
mes.
En 1950 rechazó la
proposición de Loyola para hacerse cargo del equipo de baloncesto, ya que su
sueño era volver a Notre Dame como entrenador. Curiosamente, en 1951 cuando el
banquillo de Notre Dame estaba disponible el elegido fue su ex-compañero Johnny
Jordan, la misma persona que finalmente se hizo cargo de Loyola en 1950. De
esta manera Ireland acabaría aceptando la nueva oferta de Loyola para hacerse
cargo de su equipo a partir de la temporada 1951-52.
En su primera temporada aprovechó
la inercia de una plantilla cargada de jugadores seniors de calidad para acabar
acumulando 17 victorias y 8 derrotas, número que tardaría mucho en repetir.
Tras 5 años en el puesto el balance era de 56-63, un porcentaje de victorias
muy inferior en comparación con sus predecesores. Una noche encontraron al lado
de uno de los edificios del campus un muñeco colgado de un mástil que
representaba la imagen del entrenador ‘ahorcado’. Por si fuera poco, tanta
derrota estaba haciendo mella en su físico, y tras sufrir múltiples úlceras
tuvo que someterse a una operación para extirparle casi la totalidad del
estómago.
Conociendo el carácter de
Ireland no es nada extraño el episodio de las úlceras. Era conocido como The Man. Iba a su aire, bajo sus propias
normas, sin hacer caso de las opiniones exteriores. Con sus jugadores podía ser
extremadamente duro e incluso cruel, aunque como es normal los que gozaban de
más minutos en la cancha acababan agradeciendo esta férrea disciplina.
Años más tarde Ireland bromeaba
que lo único que le diferenciaba de Bobby Knight era su comportamiento en la
banda, sobre todo en su etapa ‘post-úlceras’, y que él nunca lanzó una silla. De
lo que no se le podía acusar, a diferencia de lo que pasaba con otros muchos
entrenadores, era de ser racista. Como dijo Jack Egan, base titular del equipo
de 1963, el día del entierro de su entrenador: “George no distinguía entre
colores. Nos odiaba a todos por igual”.
Y como muestra de todo lo
anterior la conversación que tuvo con uno de los primeros jugadores negros que
reclutó.
“Me he dado cuenta que estás
empezando a dejarte bigote. Ya conoces las reglas. Aféitatelo” gritó Ireland,
mientras el joven jugador alegaba en su defensa que el bigote y la barba era
una expresión de la cultura negra. “¿Ah, sí? Bueno las rodilleras y los tiros
libres fallados también lo son y ya sabes que tampoco los tolero en mi equipo”.
Discusión zanjada,
Art White fue el primer
árbitro negro en la Conferencia Big Ten de la NCAA. Anteriormente, entre 1947 y
1949, estuvo jugando con los Loyola Ramblers, y una vez graduado volvió a la
St. Elizabeth High School de Chicago para dar clases y entrenar. Además de
ayudar al entrenador Ireland arbitrando partidos se convirtió en un contacto
muy valioso a la hora de reclutar jugadores negros, no sólo del área de
Chicago, sino también de otras ciudades. El ejemplo más claro fue el pívot
Clarence Red de Louisiana, que rechazó entre otras una beca de la universidad
de San Francisco, doble ganadora de la NCAA en 1955 y 1956 con 3 negros en su
quinteto titular (Bill Russell, K.C. Jones y Hal Perry) después de que George
Ireland fuera a hablar con sus padres en su casa. Red se convertiría en el
jugador más importante de los Ramblers en la transición de las décadas de los
50 y los 60.
JERRY HARKNESS
Aunque los estudiantes le
echaban la culpa al entrenador de los discretos resultados del equipo, su jefe
directo miraba a otra dirección. El Padre Cletus Hartmann era el presidente del
comité deportivo de la universidad y mantenía su lucha particular con el
presidente y la jefa de admisiones. Los altos estándares educativos de la
institución suponían un freno a la hora de reclutar jugadores. Los propios
entrenadores de la Liga Católica de Institutos de Chicago no recomendaban
Loyola a sus pupilos por la dificultad de sus exámenes de admisión, y se dieron
muchos casos de chicos rechazados por Loyola que eran aceptados en otras
universidades jesuitas. Estas eran las palabras del Padre Hartman en una de sus
cartas:
“Simplemente espero que no os hagáis la idea de que
estamos buscando atajos para el deporte, y que vayamos a admitir a holgazanes
en Loyola. Hay algunas circunstancias que conocemos tanto el entrenador como yo
que justifican mi petición para la admisión de un atleta determinado. Si la
universidad prefiere operar exclusivamente en función de estadísticas y no
tener en cuenta otros valores, supongo que nos tendremos que conformar. Sin
embargo, hasta que lleguemos a ese utópico momento en el que los atletas más
brillantes sean también excelsos estudiantes, creeré que debemos poder
solicitar una consideración especial”.
Obviamente no se conseguiría ningún cambio profundo en
la política de admisiones de Loyola, pero los esfuerzos no fueron baldíos, y en
el siguiente curso la universidad admitiría a un chico de Nueva York a prueba.
Un chico que había acabado el instituto hacía un año pero no encontró ninguna
universidad que realmente apostara por él. Un chico por el que el Padre
Hartmann estaría dispuesto a arriesgarse. Su nombre Jerry Harkness.
Puede que el bueno de Jerry haya pasado a la historia como respuesta de
pregunta de trivial: ¿Qué jugador anotó la canasta ganadora más larga del
baloncesto profesional americano? El susodicho encestó en el último segundo
desde aproximadamente 28 metros de distancia para que los Indiana Pacers
vencieran a los Dallas Chaparrals en la ABA de 1967. Aunque cierto es que su
historia es mucho más interesante que un tiro afortunado. Harkness creció en
Harlem con su madre y su hermana gracias a la ayuda de los servicios sociales.
Tuvo la suerte de ser aceptado en el DeWitt Clinton, un instituto público sólo
para niños en el norte del Bronx. Su primer amor deportivo fue el atletismo,
destacando en pruebas de medio fondo y cross. Después de su primer año de instituto
su familia se mudó al Bronx y comenzó a jugar al baloncesto en ligas de verano,
pero tenía tan poca confianza en sus posibilidades y tanto miedo al fracaso que
ni siquiera se atrevió a presentarse a las pruebas para el equipo del
instituto, aunque todo cambiaría 2 veranos después.
Su despertar tuvo lugar un día que estaba tirando sólo
en el YMCA (una asociación juvenil) cuando alguien detrás suyo le dijo “no está
nada mal, podrías conseguir una beca”. Harkness se giró desconociendo quién era
la persona que le estaba hablando y se encontró con el mismísimo Jackie
Robinson, una de las grandes figuras del deporte americano estaba a su lado y
apreciaba su juego. La autoestima del joven Jerry se disparó. A él, que ni
siquiera se atrevía a probar para entrar en su equipo de instituto, nunca se le
habría pasado por la cabeza la posibilidad de conseguir una beca universitaria
gracias al deporte. Pero a partir de ese momento comenzó a creer en sus
capacidades.
En su única temporada de baloncesto organizado Harkness
lideró a su equipo en anotación y derrotaron al Boys High de Brooklyn en la
final de la liga de institutos públicos que se celebró en el Madison Square
Garden. De todas maneras, y a pesar de haber tenido la posibilidad de que le
vieran muchos ojeadores, no era sencillo conseguir una beca para un chico
negro. Las superestrellas sí que tenían multitud de ofrecimientos, pero para
los buenos jugadores como Harkness era más complejo hacerse un sitio en un
mundo eminentemente blanco. La posibilidad de la New York University se
desvaneció al no superar el examen de acceso. También le llegó el interés de
Bowling Green, pero la beca sólo era parcial y era imposible que pudiese pagar
el resto. La única opción que le quedaba era la de Texas Southern, una universidad
para negros en Houston, que simplemente le había enviado un anuario junto al
ofrecimiento de una beca completa. Harkness se decidió a emprender una aventura
a lo desconocido, y justo cuando estaba a punto de partir recibió una nueva
carta anunciándole que se había quemado una residencia de estudiantes y que
lamentablemente se veían obligados a retirarle la beca que le habían ofrecido.
Obligado a renunciar a su sueño universitario,
Harkness empezó a trabajar en los más variopintos oficios para poder ayudar en
casa, a la vez que seguía matando el gusanillo del baloncesto en la calle. La premura
económica casi le arrastró a cometer un error fatal. Unos corredores de
apuestas hablaron con Jerry para que este intermediara con unos antiguos
compañeros de instituto que iban a jugar un partido en el Madison Square
Garden. Simplemente se trataba de convencerles de que debían ganar como mucho
por un determinado margen de puntos, no más. La bolsa de las apuestas debía ser
suculenta, porque a cambio de sus servicios le prometieron 2.000 dólares, y
estamos hablando de 1958-59. Jerry fue hasta el Madison ansioso de conseguir un
dinero tan fácil, localizó a los jugadores y se quedó paralizado. Su timidez le
impidió dirigirse a ellos. ¿Qué les iba a decir? ¿Cuánto dinero ofrecerles? Con
el tiempo uno de aquellos jugadores acabó convirtiéndose en agente del FBI, y
Harkness siempre ha creído que aquel potencial delito de apuestas habría
acabado antes o después con su carrera.
En 1959 volvió a jugar en las ligas de verano con los Reliables de Walter November. November
se había convertido en los ojos de George Ireland en Nueva York, y después de
ver el buen rendimiento de Harkness en aquellos partidos le recomendó que
viniera a verlo de nuevo. En 1958 Ireland ya había estado viendo algún partido
del equipo de Harkness, en el viaje anual a Nueva York que le permitía el
exiguo presupuesto que tenía a su disposición para reclutar jugadores, pero no
tuvo una actuación destacada. Esta vez confió en la recomendación de su amigo November,
convenció a la madre del jugador de los beneficios que tendría su hijo
consiguiendo una educación en Loyola, y finalmente Harkness hacía las maletas
para Illinois con una beca a prueba bajo el brazo.
En otoño de 1959 Jerry Harkness llegó al campus de Loyola, y sus 190
centímetros de altura no pasarían desapercibidos. No era un gran tirador, ni alguien
capaz de impresionar con un gran salto o unos movimientos espectaculares, pero
lo que sí que tenía era un gran velocidad y sobre todo una capacidad de
resistencia fuera de lo normal, fruto de su etapa en el atletismo. Cuando
llegaba el final del partido y el resto de jugadores estaba con la lengua
fuera, Harkness aún seguía pletórico lleno de energía. Era un jugador agresivo,
muy rápido de manos y con la extraña habilidad de estar siempre un paso por
delante de la jugada, ya fuera para robar un balón, cortar por la zona o
colocarse para el rebote.
Las
reglas de la NCAA entre 1954 y 1973 no permitían a los freshmen (jugadores
de primer año) formar parte del primer equipo de la universidad, debían pasar
su primera temporada con el resto de novatos jugando en el que podríamos
denominar ‘equipo junior’ ganándose una plaza para la siguiente temporada.
Aquel año de preparación fue la confirmación de Harkness en las canchas,
liderando a su equipo a un balance de 8-1 con 23 puntos de media. También le
sirvió para asentarse en el campus. Poco a poco dejó de sentirse como un animal
fuera de su hábitat natural, sus notas fueron mejorando poco a poco y además
conoció a la chica que se acabaría convirtiendo en su mujer. ¡Menudo cambio de
vida en apenas 12 meses!
ARMANDO EL EQUIPO
Con la llegada de Harkness al equipo senior de Loyola
comenzaba una nueva época. Formando pareja con su compañero de habitación, un
Clarence Red que estaba en su último año de universidad, los Ramblers
consiguieron 15 victorias por tan sólo 8 derrotas. El mejor resultado desde la
primera temporada de Ireland en el banquillo, y mejorando por mucho el 10-12 de
la temporada anterior. Harkness se convirtió rápidamente en la referencia del
equipo, acabando con un promedio de 22,6 puntos por partido. El punto álgido de
aquel equipo fue la agónica victoria 83-82 contra Detroit, una de las
universidades más poderosas, con una futura estrella NBA como Dave Debusschere
como referente que anotó 35 puntos en aquel partido.
Una derrota contra Xavier en el encuentro que cerraba
la temporada les privó de la posibilidad de haber recibido una invitación para
participar en el torneo NCAA. En 1961 la mayoría de equipos universitarios de
primera división estaban agrupados en 17 conferencias, pero aún quedaban
alrededor de 50 equipos que competían como ‘independientes’, no estando
afiliados a ninguna conferencia. Loyola era uno de ellos. En el torneo NCAA
participaban 24 equipos, los 17 ganadores de cada conferencia (por norma
general, aunque más adelante veremos alguna excepción) más 7 equipos
independientes invitados por el comité.
Al igual que los aficionados, la junta atlética de
Loyola se quedó con ganas de más, y por eso se plantearon la idea de un partido
de exhibición contra el ‘equipo junior’. Así además de ver una vez más a
aquellos jugadores que les habían devuelto la ilusión por el baloncesto podrían
recaudar fondos. Pero enseguida decidieron que ese partido no se podía
celebrar. Tenían miedo. Miedo porque estaban casi seguros que los novatos iban
a ganar a los mayores.
El boca a boca seguía siendo el método más fiable de
George Ireland a la hora de reclutar nuevos jugadores para su equipo, y 1960 no
iba a ser diferente. De nuevo la conexión neoyorquina de Walter November le
ponía en la pista de Ron Miller, un jugador negro del instituto de Columbus que
a pesar de tener la estatura de Harkness jugaba de interior gracias a su gran
capacidad de salto. Miller había tomado la decisión de aceptar la oferta de la
universidad de Dayton (Ohio), uno de los equipos más potentes de aquellos años,
bien conocido en la Gran Manzana gracias a sus participaciones en el NIT. Sin
haberle visto jugar Ireland se fue hasta Nueva York y como era habitual en él
consiguió convencer a la madre del jugador para que esta prácticamente obligara
a su hijo a ir a Loyola contra su voluntad.
Antes de cerrar el reclutamiento de Miller, Ireland
había viajado hasta Tennessee por segundo año consecutivo siguiendo el consejo
del ex-jugador de Loyola Art White. En el campus de la ahora conocida como
Tennessee State se celebraba el campeonato nacional de institutos negros.
Ireland y Ted Owens, asistente de la universidad de Kansas, eran los únicos
blancos entre las más de 4.000 personas que asistieron a los partidos. El año anterior
se le escapó a UCLA el jugador que quería, pero el entrenador del instituto
local de Pearl le consoló “no te preocupes George, vuelve el año que viene, seguramente
encontrarás a alguien que te guste”. Y vaya si estaba en lo cierto. El equipo
de Pearl volvió a ganar el torneo gracias a la superioridad bajo los tableros
de sus dos hombres altos: Vic Rouse y Les Hunter. Ambos sabían que alguna
universidad se había interesado por ellos, pero no tenían ninguna oferta
concreta. Además había decidido que si salían de Tennessee tenía que ser con la
misma universidad de destino. Ireland no dudó, y en aquel viaje consiguió su
futuro juego interior.
Jack Egan era un tipo peculiar. Apenas superaba el
1.75 de altura, de constitución fuerte, rollizo incluso. Criado junto a sus 8
hermanos en el seno de una familia irlandesa y muy católica, en un barrio del
sur de Chicago donde los problemas raciales estaban a la orden del día. “Para
mí recibir un bueno golpe o pegar a alguien me hace sentir mejor. Necesito ese
contacto físico para soltarme, a partir de ahí ya es un partido normal”. Con
esta peculiar filosofía se convertía en un líder perfecto, capaz de luchar con
quien fuese sin achantarse para conseguir su objetivo o defender a sus
compañeros. Y además no se le daba mal el baloncesto. Con 15 o 20 ofertas de
universidades importantes se inclinó por la de Iowa, pero cuando llegó al
campus junto al resto de novatos el entrenador le dijo que su beca sería
renovable año a año. Egan furioso cogió la maleta y regresó a casa. Después de
este desengaño le costó bastante decidirse por su nuevo destino. Ireland lo
conocía de un partido All-Star de instituto que jugó en la cancha de Loyola y era
muy amigo del primo del padre de Egan. Llegados a este punto no hace falta
decir más, Egan se convirtió en un nuevo jugador de los Ramblers.
Estos cuatro jugadores (Miller, Rouse, Hunter y Egan)
formaron la base del equipo de novatos que tanto impresionó en la temporada
1960-1961, y una vez superadas las dificultades lógicas de adaptación estaban
llamados a hacer grandes cosas cuando pasaran a jugar al equipo senior.
Con todas estas novedades en el equipo, Ireland
decidió cambiar, o mejor dicho, se vio obligado a cambiar su habitual sistema
de juego pausado con algún contraataque por un juego mucho más dinámico, con
más presión y velocidad. Tenía entre manos la mejor plantilla de toda su
carrera, y era su deber exprimirla al máximo. Su quinteto básico fue el formado
por Harkness y Rouse en las alas, Hunter que creció casi 8 centímetros el
verano anterior a su llegada a la universidad de pívot y por fuera Egan y Mike
Gavin, otro irlandés procedente de las ligas católicas de Chicago. En total 3
jugadores debutantes, Harkness en su segundo año y Gavin como único senior. Ron
Miller que había trabajado a marchas forzadas para reconvertirse en exterior
quedaba como sexto hombre.
La temporada regular fue sobre ruedas. Sólo perdieron
tres partidos y el nuevo estilo de juego les convirtió en el equipo más
anotador del país, llegando a ocupar la décima plaza en los rankings
nacionales. Como no podía ser de otra manera, recibieron sendas invitaciones
para participar tanto el torneo de la NCAA como en el NIT y aunque pueda
parecer extraño Ireland decidió que irían al NIT, la competición menor. Como el
campeonato se celebraba en el Madison Square Garden el entrenador quería
premiar a Harkness y Miller brindándoles la oportunidad de ver y competir ante
sus familias y amigos. Además, tenía una confianza ciega en que el próximo año
serían capaces de repetir temporada y poder participar en el torneo de la NCAA.
De Nueva York salieron como terceros clasificados del
torneo, tras ganar 75-64 a Temple en cuartos de final y a Duquesne 95-84 en la
lucha por la tercera plaza. Fue la universidad de Dayton, que a la postre sería
la campeona, quien les eliminó en semifinales 98-82. Pero el dato más
significativo del torneo tuvo lugar en el último partido. Mike Gavin se quedó
en el banquillo y Miller ocupó su lugar. Cuatro negros y un blanco en el
quinteto. Acababan de sembrar la semilla de la siguiente temporada.
TEMPORADA 1962-1963
Los Ramblers habían conseguido ganarse el respeto de
los medios. En los rankings de pretemporada aparecían como el número 4 del
país, sólo por detrás de Cincinnati (vigente campeón), Duke y Kentucky. Aparte
de mantener prácticamente la misma plantilla que consiguió el tercer puesto en
el NIT, las recomendaciones de Walter November seguían dando sus frutos y
subían del ‘equipo junior’ dos jugadores de segundo año para fortalecer el
banquillo: Billy Smith y Pablo Robertson. Los dos al igual que Harkness
procedían de Harlem. Smith era un alero-pívot todoterreno del estilo de Charles
Barkley, y Pablo un base más pequeño que Egan que impresionaba por su manejo
del balón. Curiosamente con el paso de los años Pablo Robertson acabaría siendo
el jugador más ‘mediático’ del equipo, ya que gracias a su paso por los Harlem
Globetrotters tuvo un personaje en la serie de dibujos animados de los años 70.
Manteniendo el ritmo frenético que les caracterizaba,
Loyola superaba con solvencia a todos sus contrincantes, con victorias tan
meritorias como el 106-94 en su visita a la universidad de Indiana que tenía en
su plantilla a Jon McGlocklin y a los gemelos Dick y Tom Van Arsdale, tres
futuros All-Star en la NBA. Esta racha triunfal se prolongó hasta mitad de
febrero, cuando perdieron contra Bowling Green 75-92 después de haber comenzado
la temporada con 21 victorias seguidas.
Anteriormente hubo dos sucesos importantes en el
transcurso de aquella temporada. El primer ocurrió el 28 de diciembre de 1962,
en el tercer partido jugado en tres días en un torneo navideño en Oklahoma.
Loyola dominaba con relativa facilidad a Wyoming cuando a siete minutos del
final Jack Egan, quien sino, tuvo un enfrentamiento con uno de los árbitros y
fue expulsado. Ireland lo sustituyó por Pablo Robertson, atreviéndose a hacer
lo que nadie había osado antes, poner un quinteto de jugadores negros en la
cancha. Pero no todo fueron buenas noticias en el equipo. Las notas del primer semestre
tuvieron consecuencias muy negativas, ya que tanto Smith como Robertson fueron
apartados del equipo y poco después decidieron regresar a Nueva York.
Las dos piezas fundamentales del banquillo, dos
jugadores capaces de anotar en dobles figuras en cualquier partido,
desaparecían de la plantilla en la recta final de la temporada. Por si fuera
poco, Earl Johnson que se había convertido automáticamente en sexto hombre se
marchaba de la universidad un par de semanas más tarde alegando problemas
económicos. George Ireland se quedaba con nueve jugadores en la plantilla, ni
siquiera le llegaba para entrenar en condiciones un cinco contra cinco. Además,
su confianza en el resto de la plantilla era nula, y a partir de aquel momento
los titulares recibieron el apodo de ‘Iron
Men’ ya que los cinco sólo abandonaban la cancha cuando los expulsaban por
personales. Así, no es de extrañar que perdieran contra Bowling Green, o dos
semanas más tarde una nueva derrota en casa frente a Wichita State en el
partido que cerraba la temporada regular. De promediar 97,9 con la plantilla al
completo habían bajado a 80,8 en los últimos seis partidos. Debido a todos
estos problemas el comité deportivo de la universidad abogaba por aceptar la
invitación del NIT y rechazar la de la NCAA, pero Ireland estaba decidido a
seguir la ruta que habían trazado la temporada anterior y llevar a su equipo al
torneo de la NCAA.
Afortunadamente la eliminatoria previa sería un
partido de calentamiento. Su rival fue la universidad de Tennessee Tech,
campeón de la Ohio Valley Conference
que a priori no les tenía que dar muchos problemas. Por si fuera poco el
partido se jugó en Evanston (Illinois), a unos siete kilómetros del campus de
Loyola. Fue una paliza sin piedad, 111-42. 69 puntos de diferencia, que hoy en
día siguen siendo record del torneo NCAA. En la grada un boquiabierto Babe
McCarthy, el entrenador de su próximo rival, hizo estas declaraciones a la
prensa:
“Son el mejor equipo del mundo jugando al
contraataque. Nadie puede vencer a un equipo como este”.
EL PARTIDO DEL CAMBIO: MISSISSIPPI STATE
Que nadie malinterprete estas palabras. A Babe
McCarthy y a sus jugadores les había costado muchísimo llegar a la Final Four
de Michigan, y no me refiero a lo deportivo, que en su caso fue la parte más
sencilla.
Cinco meses antes del encuentro que les iba a
enfrentar a Loyola hubo 2 muertos en unos aterradores disturbios en la
universidad vecina de Mississippi. ¿El motivo? Tras casi año y medio de lucha
en distintos tribunales, acababa de ser aceptado el primer negro en la historia
de la universidad, un veterano militar con nueve años de experiencia en las
fuerzas aéreas para más señas.
En diciembre de 1956 Mississippi State estaba jugando
un torneo en Indiana. Después de ganar el partido de semifinales vieron que su
próximo rival, la universidad de Evansville, tenía a un negro en la plantilla.
La reacción fue inmediata, hicieron las maletas y se metieron en el autobús de
vuelta a casa. No iban a desafiar una de las leyes no escritas del estado de
Mississippi, sus equipos nunca jugarán contra otros equipos que tengan negros.
A la llegada a la universidad recibían por ello la felicitación de los
ciudadanos, como por ejemplo una carta que les felicitaba por “[…] luchar
contra el deterioro y la degeneración promovida por políticos de medio pelo,
comunistas y otros grupos egoístas”.
Con la dirección de Babe McCarthy en el banquillo,
Mississippi State quedó campeona de la Southeastern
Conference (SEC) en 1959, 1961 y 1962. El resultado global de aquellas tres
temporadas fue impresionante, 67 victorias y 8 derrotas, pero en las tres
ocasiones se vieron obligados a renunciar a su plaza en el torneo NCAA. No
podían correr el riesgo de encontrarse con algún equipo con negros en el torneo
final. McCarthy siempre fue muy cauto en sus declaraciones, acatando sin
rechistar las decisiones que venían de altas instancias, pero tenía claro que
en 1963 iba a hacer todo lo posible para que no se repitiera. El aspecto
deportivo no fue problema. Ganaron su conferencia 12-2 con un margen de 2
victorias. En los despachos contaron con la ayuda de Dean Colvard, que tras 2
años como presidente de la universidad fue capaz de convencer al comité deportivo
para que votara a favor de la participación del equipo en el torneo NCAA. Entre
la población también había cambiado la opinión según diferentes encuestas. Como
todos en el campus estaban de acuerdo, Colvard anunció que el equipo jugaría la
Final Four regional de Michigan “salvo que las autoridades competentes lo
impidan”. Aquí empieza lo que bien podría ser una película de espías o un
capítulo del Show de Benny Hill.
Dos días antes del partido el senador de Mississippi
Billy Mitts consiguió que un juez emitiera una orden temporal para impedir que
el equipo participara en el torneo. Da la casualidad que Mitts había sido un
alumno de Mississippi State. Tras reunirse con un abogado Colvard ideó el plan
de escapada. Como la orden judicial iría dirigida a alguno de los responsables
de la universidad, decidieron irse todos fueran de las fronteras del estado (a
Tennessee y a Alabama). Así nadie podría encontrar ni al entrenador McCarthy,
ni a su ayudante, ni a Colvard, ni al director deportivo, etc. Además los
jugadores saldrían en dos grupos. Primero irían al aeropuerto los que
normalmente no jugaban, para ver si les impedían coger el avión. Los jugadores
más importantes se preparaban para ir en coche hasta Alabama y coger allí otro
avión. Para aumentar el disparate, los encargados de entregar la orden judicial
se encontraron que el sheriff del condado que les debía acompañar estaba
indispuesto (enfermo o seguramente lo bastante listo para evitar estos
asuntos), y el ayudante del sheriff no fue muy eficiente a la hora de buscar
las casas de los responsables de la universidad.
Al final todos los jugadores pudieron salir en el
primer avión, pararon en Tennessee para recoger a los entrenadores, y sin más
obstáculos pudieron llegar a Michigan en la víspera del partido.
Sin apoyo de sus aficionados en las gradas, fueron los
habitantes de Michigan los que se volcaron con el equipo de Mississippi, que
aún recuerdan como se les pusieron los pelos de punta cuando la banda local
interpretaba su canción de guerra. Justo antes de comenzar el partido se
encontraron los 2 capitanes en el centro de la cancha. Jerry Harkness y Joe Dan
Gold se estrecharon las manos, un saludo que simbolizaba el principio y el fin.
Y de repente aparecieron cientos de luces procedentes de las cámaras de fotos
que inmortalizaban el momento. Era mucho más que un partido de baloncesto. Era
historia.
En abril de 2011 Joe Dan Gold perdió su batalla contra
el cáncer. En el entierro en un pequeño pueblo de Kentucky apareció entre la
multitud blanca un anciano negro, Jerry Harkness, que se abrazó llorando con la
familia mientras todos miraban encima del ataúd la foto de aquel saludo de
1963.
Volviendo al partido, Loyola encajó un parcial de 7-0
de inicio, y necesitó 6 minutos para anotar su primera canasta. Mississippi
State era un equipo diseñado para jugar lento y conservar las ventajas, pero
incluso llevando el ritmo del partido se vieron impotentes frente al físico de
los jugadores de Loyola. Seguramente todo el estrés previo al partido tampoco
les ayudó mucho. Al final 61-51 para los Ramblers, su anotación más baja de la
temporada. La noche siguiente en un partido sin apuros, se deshacían 79-64 de
sus vecinos de la universidad de Illinois. A falta de cuatro minutos Loyola
ganaba de 28 puntos y George Ireland sólo sentó a alguno de sus titulares a
1:10 del final. Se habían ganado el billete a Kentucky para disputar la Final
Four.
CHOQUE DE ESTILOS
Una semana más tarde se disputaría la Final Four en el
Freedom Hall (Pabellón de la
Libertad, deliciosa ironía) de Kentucky. La primera semifinal enfrentaba a Duke
y Loyola, mientras Oregon State y Cincinnati competían en el duelo más
desigual. Los Blue Devils llegaban a
este partido con una racha de 20 victorias consecutivas y sólo 2 derrotas en
toda la temporada, el equipo número 2 del país. En su plantilla destacaban dos
jugadores con futuro NBA, Jeff Mullins y un Art Heyman que acababa de ser
nombrado jugador del año de la NCAA.
La noche previa al partido Ireland analizaba a Duke con un invitado especial.
Dean Smith, entrenador de North Carolina ejercía de colaborador de lujo
diseccionando sistemas y jugadores de su histórico rival. En la charla previa
al partido Ireland repasaba con sus jugadores aquellos apuntes, hasta que se
cansó y los tiró a la papelera “no van a hacer nada de esto porque les vamos a
presionar a muerte”.
44-31 reflejaba el marcador al descanso. Duke tiró de
pundonor apretando el partido 74-71 a falta de cuatro minutos, pero los ‘Iron Men’ de Loyola metieron una marcha
más y acabaron ganando 94-75. “Queríamos machacar a estos tipos. No
derrotábamos sólo a unos jugadores. Derrotábamos a un sistema, a una
ideología”.
Los Cincinnati Bearcats se deshicieron con facilidad
de Oregon State 80-46, confirmando su condición de principal favorito. Suyos
habían sido los dos últimos títulos de la NCAA en 1961 y 1962, y una derrota
por un punto contra Wichita State era el único borrón de una temporada
perfecta. De la mano del entrenador Ed Jucker, y tras la salida de su gran
estrella Oscar Robertson en 1960, habían decidido abandonar el juego rápido que
habían desarrollado sin lograr ningún campeonato en la etapa de Robertson.
Ahora con unos jugadores menos estelares había que ganar los partidos desde la
defensa, y a la vista de los resultados queda patente que fue la opción más
acertada. Justo lo contrario que Loyola. La mejor defensa contra el mejor
ataque, el caos controlado contra el baloncesto metódico.

En un partido televisado para todo el país el árbitro
principal se preparaba para el salto inicial con siete jugadores negros en la
pista. En 1963 la sociedad americana aceptaba la presencia de estrellas negras
(Russell, Chamberlain, Baylor o Robertson por ejemplo), pero el hecho de ver
dos equipos con una presencia tan pequeña de jugadores blancos todavía
impactaba. Desde la primera jugada del partido Tom Thacker conseguía anular con
su defensa a Harkness. Su compañero George Wilson se convertía en un coloso
bajo los tableros limitando el poderío del que habitualmente hacía gala la
pareja Hunter-Rouse. Loyola anotó 4 puntos en los primeros ocho minutos y falló
13 de sus primeros 14 tiros. Al descanso llegaban con una paupérrima anotación
de 21 puntos por 29 de su rival. La defensa les permitía llegar con vida a la
segunda parte.
Ireland les animó en el vestuario. No lo estaban haciendo tan mal, era cuestión
de seguir buscando buenos tiros y conseguir uno de sus habituales parciales
anotadores. No fue así. Con una racha de cinco canastas casi seguidas de los
Bearcats la diferencia se disparaba hasta el 30-45 a falta de 12:30 para el
final del partido. Además hay que tener en cuenta que hasta mitad de la década
de los 80 no existió en la NCAA ni el tiro de tres ni el reloj de posesión. Con
esa diferencia mediada la segunda parte, en el momento en que Cincinnati
decidiera alargar las posesiones al máximo para dejar pasar el tiempo el
partido estaría finiquitado. ¿O quizás no?
Harkness falló los siguientes 3 tiros de su equipo,
anotando sólo un tiro libre. Cincinnati ya había comenzado a perder tiempo, obligando
a que su rival arriesgase en defensa para recuperar la posesión. Aunque esta
táctica fue un arma de doble filo, ya que perdieron el ritmo en ataque y no
entraban como antes los tiros fáciles. Además tres de los titulares de Cincinnati
estaban con 4 faltas, y al igual que Loyola tampoco confiaban en las
rotaciones. A cuentagotas los Ramblers comenzaron a reducir la diferencia. A
cinco minutos de la conclusión 41-48. En la siguiente posesión Harkness anotaba
su primer tiro en el partido. Presión a todo cancha, Harkness recupera y
canasta de nuevo, 45-48 y cuatro minutos y medio para el final. Cincinnati
sigue con vida en los siguientes minutos gracias a los tiros libres. Hunter
situó el 52-53 a doce segundos del final. Harkness inmediatamente enviaba a
Shingleton a la línea de tiros libres. El primer lanzamiento dentro. El segundo
rebota en el aro y acaba en las manos de Hunter, que se la pasa a Miller que
sale disparado (cometiendo pasos) hacia la canasta rival, tras sobrepasar la
línea de medio campo lanza el balón a Harkness que está en el lado izquierdo,
tras un bote hacia la línea de fondo se eleva y anota la suspensión que les da
el empate. Habría prórroga.
A falta de 1:45 para el final de la prórroga el
encuentro seguía igualado, 58-58. La posesión era para los Ramblers, que contrarios
a su estilo decidieron agotar el reloj y jugarse el último tiro. Como era de
esperar el balón acabaría llegando a las manos de Harkness, que repitiendo la
jugada que forzó la prórroga arrancó desde la línea de banda, se frenó en seco
antes de llegar al final de la cancha y girándose en el aire para ejecutar el
lanzamiento decide en el último instante echar al balón hacia atrás a Hunter,
que un paso por delante del tiro libre estrella la bola primero contra el aro y
luego el tablero mientras Vic Rouse se anticipa a la defensa de Cincinnati y
con un escorzo en el aire recoge el rechace y anota a tablero en el último
segundo. Los Loyola Ramblers son los nuevos campeones de la NCAA.
Durante la entrega de trofeos, y ante la estupefacción
de los espectadores, comenzaron a anunciar a varias personas como entrenadores
ayudantes de Loyola, casi tanto como jugadores. “Sólo teníamos nueve jugadores,
así que no íbamos a ser tan tontos como para desaprovechar los quince relojes que
regalaba la NCAA. Por eso decidí invitar a seis ex-jugadores históricos de los
Ramblers a que se unieran a la expedición como ayudantes y así poder disfrutar
de este momento”. George Ireland, genio y figura.
Este éxito universitario no tendría continuidad a nivel profesional. Únicamente
Les Hunter con 6 temporadas a buen nivel en la ABA y Harkness con un paso
testimonial en los Knicks y 81 partidos con los Pacers en la ABA. Como
curiosidad, en la temporada 1965-66 coincidieron en una liga menor como la NABL
(North American Basketball League)
Egan, Harkness y Hunter. Juntos consiguieron rememorar viejas sensaciones
consiguiendo el campeonato con los Twin City Sailors de Michigan. En la
siguiente temporada Ron Miller también se unió al equipo para formar de nuevo
casi el quinteto campeón de 1963.
“Veo mi vida como un círculo completo. Si no fuera
por gente como nosotros que consiguió romper las barreras del racismo mediante
acontecimientos como el partido de Mississippi State, Obama nunca habría sido
elegido presidente. Comenzando con el día que conocí a Jackie Robinson y
acabando con mi encuentro con el Presidente Obama he completado mi círculo
vital”. Jerry Harkness tras la última aventura de aquel equipo en julio de 2013
en la Casa Blanca.
- Artículo publicado originalmente en el nº8 de la revista Cuadernos de Basket-