Hace más de medio siglo el racismo estaba a la orden del día en la sociedad americana. Pero los problemas no acababan en el color de la piel. Por ejemplo, el barrio de Hollow en Connecticut, estaba habitado por una gran colonia de familias trabajadoras de inmigrantes irlandeses e italianos. No es que sintieran un gran aprecio los unos por los otros, pero al menos se soportaban. A finales de los años 30, llegaron al barrio 5 familias portuguesas, y en el seno de una de ellas aparece el protagonista de nuestra historia, Florindo Vieira.
Los recién llegados pasaron a ser el blanco de las iras de los habitantes del lugar. Era la manera que tenían de defender el status social que habían alcanzado. Los niños portugueses pasaron a ser The Little Portagee Bastards. El pequeño de los hijos de los Vieira, no se achantaba. Desde muy pequeño, día tras día, defendía su etnia, y a base de partir labios y amoratar ojos se fue ganando el respeto del barrio y dejó de ser un Portagee Bastard, para convertirse primero en Portee, y finalmente en Porky, el apodo que le ha acompañado en los últimos 65 años de su vida.
Un día, su hermano Gus decidió que llevaría al pequeño Porky al Middle Street Boys Club (el centro recreativo del barrio). Que mejor manera de reconducir la agresividad del chico que encaminarlo por la senda del deporte. Ninguno de los dos sospechó en ese momento que aquel lugar se convertiría en el segundo hogar de Porky.
“Mira a ese chico” –le dijo su hermano Gus señalando a Ernie Petrucciano, que estaba jugando a baloncesto- “Quizás si actuases más como él no te meterías en tantos líos”

El primer paso de sus trayectorias fue de gigante. Con 12 años eran las estrellas del equipo de 40 kilos del Boys Club. En aquellos años más que por edades, los equipos más jóvenes se clasificaban por peso. Su misión era competir contra otros equipos de su categoría en los descansos de los partidos de la NBL. Apenas eran 8 minutos de juego, pero Porky ya en aquel entonces conseguía anotar 14 puntos con facilidad, a la vez que veía cumplido el sueño de jugar en canchas míticas como el Boston Garden o el Madison Square Garden.
Teniendo en cuenta su peso en aquellos años, nos podemos hacer una idea de que tanto Porky Vieira como Ernie Petrucciano no llevaban camino de ser unos pívots de 7 pies, más bien todo lo contrario. Petrucciano acabó siendo el más pequeño de los 2, quedándose en 1,60 m. Porky creció un poco más, pero no mucho, para quedarse en 1,65 m. Sus manos siempre fueron muy pequeñas, y el balón en ellas parecía como una pelota de playa en las manos de un bebé. Para superar esta desventaja, Vieira basaba su juego en una velocidad endiablada, que en aquellos años sorprendía mucho, llegando a ser comparado con el demonio de Tasmania. El hándicap del tiro dejaría de ser un problema como veremos más adelante.
Llegamos a su época de instituto, con los Hilltoppers de la Central High School, uno de los mejores equipos del estado de New England. En su primera temporada, Porky pasó bastante desapercibido. Se podría decir que el gran cambio de categoría unido al fuerte ambiente en los pequeños gimnasios de los rivales, asustó a un Porky que hasta aquel momento había superado todos los retos que le planteaba la vida. Estaba claro que esto no iba a quedar así. Se pasó todo el verano encerrado en el Boys Club practicando casi siempre en solitario sus poco ortodoxos lanzamientos, con maratonianas sesiones de 8 o más horas, y muchos días en los que el termómetro rebasaba la barrera de los 40 grados. Este trabajo daría sus frutos, y la siguiente temporada fue la mejor a nivel colectivo de su etapa de instituto. A pesar de ser un sophomore, Porky se convirtió en el sexto hombre de un equipo que acabaría ganando el campeonato estatal de New England en el Boston Garden.
Estos éxitos no hicieron más que animarle a no cesar en su esfuerzo. En el horizonte le esperaba el reto de liderar a un equipo campeón que veía como sus 5 seniors titulares acababan su etapa escolar. Tras otro verano de tortura en el Boys Club, Porky siguió con su gran progresión, promediando más de 16 puntos, apareciendo en el quinteto ideal del estado y además llevando a su equipo hasta semifinales, donde cayeron por un punto.
Su última temporada en High School fue el verdadero punto de inflexión, el inicio de su leyenda. En uno de los primeros encuentros, en cancha de Norwalk, anotó 41 puntos para machacar el viejo record estatal de 32. A partir de ese día se mostró imparable, consiguiendo más de 30 puntos en 13 de los últimos partidos. Todo el mundo quería ver al nuevo fenómeno, las canchas se llenaban 2 horas antes del comienzo e incluso la prensa local llegó a destacar como titular el hecho de que Porky sólo anotara 25 puntos en un partido.
Esta demoledora capacidad de anotación no bastó para llamar la atención de las universidades. Todas se mostraban reacias del rendimiento que tendría, sobre todo en defensa, un escolta de 1,65 metros y apenas 60 kilos. Porky Vieira acabó entrando en el modesto Arnold College, pero lo abandonó rápidamente para trabajar en la industria metalúrgica de Bridgeport.

En las dos siguientes temporadas sus medias bajaron hasta los 29/30 puntos para volver a subir en su año señor, cuando mantuvo una lucha cerrada con Ken Hammond (jugador de West Virginia Tech) por conseguir el galardón de máximo anotador. Al final Porky repitió segunda plaza ¡por 1 punto!, o lo que es lo mismo, 3 centésimas de media: 34,89 a 34,86.
Aquella temporada apareció en la prestigiosa lista de nominados al premio de All-American, y en el quinteto ideal Small-America en el que se incluían los mejores jugadores de menos de 1,80 metros.
En el global de aquellos 4 años que pasó en Quinnipiac, Porky Vieira consiguió 2.649 puntos, y hoy en día sigue conservando la mayoría de los records anotadores de la universidad, incluyendo el de más puntos en un partido (68) que anotó el 3 de febrero de 1957 frente a Brooklyn Poly. Además su número 44 es la única camiseta que ha retirado su universidad, y tambien es miembro del Hall of Fame de Quinnipiac y del Hall of Fame de baloncesto de New England.
Pero posiblemente la nominación que le hizo más ilusión fue su elección para disputar con el equipo del Este el All-Star Game de la NCAA de 1957. De esta manera, Porky se convertía en el primer jugador de una “small-school” en participar en este evento. Era la oportunidad de su vida. En el Madison Square Garden y televisado a nivel nacional por la CBS. Se podría enfrentar a los mejores del país y demostrar su verdadero nivel. En los entrenos previos dejó boquiabiertos a sus adversarios, pero una lesión en una pierna el día antes del partido le impidió jugar en aquel partido y mostrar a los ojeadores su talento anotador. Sin duda alguna una de las mayores desilusiones de su vida.

No fue un draft que pasara a la historia por la calidad de sus jugadores. En aquel All-Star los más destacados eran los pívots Charlie Tyra y Jim Krebs, pertenecientes a las universidades de Louisville y Southern Metodist respectivamente. Tyra apenas aguantó 5 años en la liga con 9 puntos de media entre los Knicks y los Chicago Zephyrs. Krebs jugó con los Lakers en Minneapolis y en LA, y aunque estadísticamente su rendimiento no fue mucho mejor que el de Tyra, llegó a las finales del 62 y del 63 que en ambas ocasiones perdieron frente a los Celtics. En 1964 se retiró del baloncesto al aceptar un trabajo en la banca, aunque la tragedia le arrebató la vida el 7/5/65 al morir aplastado por un árbol que estaba talando junto a un vecino.
Estaba claro que a pesar de no poder alcanzar la NBA, por el momento Porky Vieira quería seguir disfrutando del baloncesto. En una temporada normal de NCAA disputaba unos 20-25 partidos entre los meses de diciembre y febrero, por lo que siempre le había quedado mucho tiempo libre para jugar con diferentes combinados en ligas locales y en partidos de exhibición. Con los Rialtos, los Sylvans, Savoy o incluso con los Porky All-Stars es donde su leyenda alcanzó las cotas más altas. Si hubiera nacido medio siglo después, seguramente se habría convertido en una leyenda del streetball.
De sus increíbles gestas y anécdotas podemos destacar cuando consiguió el record anotador de la Liga Profesional de Connecticut con 78 puntos, para superarlo la noche siguiente con 89. O el día que tuvo que jugar con un parche en un ojo por culpa de una fuerte herida y anotó 49 puntos.
También tuvo la ocasión de jugar contra grandes jugadores de la época y poder sacarse la espina de aquel maldito All-Star. Una vez consiguió vencer a todo un Wilt Chamberlain 38 a 33 en un partido que acabó convirtiéndose en un duelo particular entre ellos dos; frente al combinado de estrellas de Goose Tatum anotó 55; en un partido de exhibición 27 contra los Knicks; o el día que se enfrentó a Hot Rod Hundley y metió 28 puntos al descanso. Simplemente era un anotador nato. Podía encestar contra cualquiera.
En alguna ocasión el tren del baloncesto de gran nivel se volvió a cruzar en su camino. Los Harlem Globetrotters le ofrecieron un contrato para jugar “contra ellos” formando parte del eterno equipo perdedor, e incluso los Lakers también quisieron contratarlo para promocionarlo como el jugador profesional más bajo de la historia. Pero a Porky no le gustaba este enfoque comercial del baloncesto, no quería ser simplemente una atracción de feria, así que encaminó su futuro por la rama de la enseñanza. Primero estuvo varios años como profesor de gimnasia en el St. Anthony’s High School de Connecticut, para después pasar a ayudante del entrenador de baloncesto de la universidad de New Haven.
En 1963 el entrenador de béisbol de la universidad abandonó su cargo, y el puesto fue a parar a manos de Porky Vieira, que paradójicamente ha conseguido con este deporte toda la fama que el baloncesto le negó. Acordó con el decano que a partir de ese momento se convertiría en Frank Vieira, ya que ni su nombre de pila (Florindo) ni su ya habitual Porky impondrían respeto a sus alumnos.

25 presencias en el torneo de la NCAA, 17 World Series, 2 subcampeonatos y un total de 82 jugadores profesionales. Pero el registro del que está más orgulloso es el 0. Cero es el número de veces que él o uno de sus jugadores han sido expulsados del diamante de juego en todos estos años por conducta antideportiva.
Quizás tenga algo ver con este número el hecho de que Frank Vieira, ha sido durante muchos años árbitro oficial de la NCAA de baloncesto. Y es que por mucho que el béisbol haya marcado su vida, a nadie se le olvidan sus orígenes.
- Artículo preparado en 2006 para el programa de radio Basketaldia, posteriormente publicado en enCancha.com y traducido en la web portuguesa www.planetabasket.pt -
No hay comentarios:
Publicar un comentario