Este próximo jueves se dará el pistoletazo de salida al torneo final de la NCAA , el Big Dance. 64 equipos cargados de ilusiones y esperanzas. Cientos de jugadores que van a ver realizados sus sueños, pero por encima de todos ellos, hoy nos quedamos con la historia del base de Creighton Tyler McKinney.
Creighton nunca se ha caracterizado por ser una gran exportadora de jugadores NBA. Actualmente en la liga sólo hay tres ex-jugadores de esta universidad: Kyle Korver (Philadelphia), Rodney Buford (New Jersey) y Paul Silas (entrenador de Cleveland).
La temporada pasada comenzó con la gran dificultad de sobreponerse a la baja del primero de ellos, Kyle Korver, que había sido el estandarte anotador del equipo en los últimos tres años, y superaron la prueba con creces con un espectacular balance de 12-0 para abrir la temporada.
Aunque en aquel momento parecía que todo iba sobre ruedas, el cuerpo técnico tenía una gran preocupación: la salud de su base titular Tyler McKinney.
McKinney tenía desde finales de octubre una infección en el ojo causada por una extraña bacteria (Acanthamoeba), que muy probablemente entraría en algún diminuto corte de su ojo a través de sus lentillas. Este es un fenómeno muy extraño, que sólo afecta a una persona de cada dos millones.
Tras ser nombrado Mr. Basketball del estado de Iowa, McKinney había llegado a la universidad de Creighton donde a pesar de tener unos números discretos (apenas 4 puntos y 4 asistencias en 25 minutos), su importancia dentro del equipo era máxima. Sirva de muestra el balance de 10-0 la pasada temporada con él de base titular, y el 10-9 que consiguieron sin él. Y si contamos toda su carrera hasta ese momento estaríamos hablando de un 62-12 contra un 18-14. Queda claro que no es una cuestión de azar.
El primer síntoma de que algo marchaba mal fue en noviembre, cuando el jugador comenzó a notar que su ojo derecho era bastante sensible a la luz. En el mes siguiente su visión seguiría empeorando.
"Si había una luz muy brillante, no podía ver mi mano delante de mi cara. Estaba prácticamente ciego. Realmente pensaba que iba a perder mi ojo. Hubo un partido en el que me salí en tres ocasiones fuera de los límites de la pista sin darme cuenta."
Y es que el colirio que se estuvo poniendo cada hora del mes de diciembre tampoco fue suficiente para remediar su problema.
"Llegó a un punto en que su ojo era tan sensible a la luz que siempre tenía las luces de su habitación apagadas. Ni siquiera podía jugar con los videojuegos o estar delante de su ordenador" -dijó su compañero de equipo Jimmy Motz.
En enero, ya apartado de las canchas, pasó unos días en Iowa para ver a un especialista en corneas, y a duras penas pudo aguantar hasta el 10 de marzo, la fecha en la que le hicieron el trasplante.
En estos casos nunca hay un 100% de posibilidades de acierto, y la nueva cornea empeoró aún más su maltrecha visión, llegándose a temer seriamente la pérdida del ojo.
Finalmente el 1 de abril recibió su segundo transplante y esta vez con un resultado positivo, aunque las restricciones eran muchas, casi tantas como los 24 puntos de sutura que le practicaron en dicha operación. Su sueño de volver a tener una vida normal estaba cada vez más cerca, aunque esa vida normal no incluyera el baloncesto, ya que el proceso de recuperación se iba a alargar hasta un año aproximadamente.
El 16 de junio de 2004 fue el día clave de esta historia. Tras pasar otra vez por el quirófano para arreglar unos pequeños problemas de la pupila y el iris, McKinney recibía una noticia tan sorprendente como positiva: podría volver a las pistas esta misma temporada.
Con la mayor de las ilusiones McKinney se incorporó progresivamente a los entrenamientos. Esta sería su última temporada como jugador, ya que ha decidido que no se dedicará profesionalmente al mundo de la canasta.
"Espero que ganemos la liga. El año pasado fue el primero desde que estoy aquí que no fuimos al torneo de la NCAA. Creo que podemos ganar en nuestra conferencia, aunque nos va a costar mucho trabajo”
El mes de noviembre, y con él el arranque de la competición, no tardó en llegar. McKinney estaba preparado para jugar. Todo era igual que antes, todo menos las aparatosas gafas protectoras que ahora tiene que utilizar.
Alrededor del equipo había dudas de cual sería el rendimiento de su base titular, pero muy pronto quedaron despejadas. Nada más comenzar la temporada Creighton jugaba y vencía el Guardians Classic, derrotando en semifinales 78-54 a la gran favorita (Missouri) y en la final a Ohio State. Nuestro protagonista no lo pudo hacer mejor, llevándose el MVP del torneo tras repartir 17 asistencias en 2 partidos y anotar la canasta de la victoria cuando faltaban 4.2 segundos para el desenlace de la final.
Su temporada a nivel personal ha sido brillante, consiguiendo con 6,5 puntos y 5,5 asistencias los mejores números de su carrera. Pero no todo han sido momentos buenos. Tras comenzar la temporada 7-0, el equipo pasó muchas dificultades en el tramo medio de la temporada (8-10 de parcial), pero en el último mes el sprint final no pudo ser mejor. Ocho victorias seguidas incluyendo el triunfo en los playoffs de la Missouri Valley Conference que les ha permitido clasificarse otra vez para el gran torneo final.
Tyler McKinney ha cumplido su sueño.
---Historia redactada en marzo de 2005 para NBA El Programa (Basketaldia)---
En aquellos Playoffs finales Creighton acabaría perdiendo en 1ª ronda 61-63 frente a una West Virginia "desatada" con Kevin Pittsnogle y John Beilein labrándose su hueco en la historia reciente del basket universitario que culminaría en unas irrepetibles series de Elite Eight.
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