miércoles, 16 de diciembre de 2009

El peor equipo de la historia


A principios de temporada cuando un equipo encadena una racha realmente mala (los New Jersey Nets de 2009 sin ir más lejos) empiezan las comparaciones con otros pésimos equipos, sobre todo los Sixers del año 72-73. ¿Qué pasó en Philadelphia aquel año?


Todos tenemos fresco en nuestra memoria el recuerdo de un gran equipo liderado por Jordan, Pippen, Rodman y un largo etcétera de piezas que formaron un engranaje realmente difícil de batir. Hasta tal punto llegó su nivel de juego, que con 72 victorias lograron superar la histórica marca de 69 que tenían los Lakers de la temporada 71-72.

Si le damos la vuelta a esta historia nos encontramos con los Philadelphia 76ers de la temporada 72-73, el equipo que con los números en la mano (9 victorias por 73 derrotas) se podría considerar el peor de la historia de la NBA.
En las últimas temporadas, con la incorporación a la liga de los Bobcats, o con alguna de las débiles plantillas de los Nuggets, los más pesimistas pensaron que el record de los Sixers podría llegar a su fin, pero finalmente todos esos equipos acabaron alcanzando las dobles figuras en su casillero de victorias. Y aunque parezca mentira, algunos de los protagonistas de aquella gesta de dudoso honor querrían mantener esta marca para siempre.

“A nadie le gusta ser olvidado. Es una manera muy singular de ser recordado, pero lamentaría que alguien lo superara. Realmente espero que nadie lo consiga.” –decía el preparador físico Al Domenico-

Para que un equipo pueda perder tantos partidos se tienen que dar un cúmulo de casualidades, justo lo que le pasó a aquellos Sixers.
En julio de 1968, tras haber hecho la mejor marca de la regular season y caer en las finales de conferencia frente a los Celtics, Philadelphia traspasó a Wilt Chamberlain a los Lakers a cambio de Jerry Chambers, Archie Clark y Darrall Imhoff. Este sería el primer paso de la decadencia de los Sixers.
3 derrotas seguidas en primera ronda de playoffs precedieron a un pobre balance de 30 victorias y 52 derrotas en la temporada 71-72.

Pero fue el verano de 1972 la fecha clave para la caída de estos Sixers. La estrella del equipo, Billy Cunningham, pidió un aumento en su salario (cobraba 125.000$ y pidió 150.000) amenazando con su marcha a la ABA en caso de que no accedieran a su petición.
El propietario del equipo, Irv Kosloff, no se tomó en serio este ultimátum, ya que en aquellos años era casi impensable que una estrella de la NBA diera el salto a la ABA, pero para su sorpresa su jugador clave se acabó marchando.
Y junto con él también salió el técnico del equipo, Jack Ramsay, que tras ver la dirección que estaba tomando la franquicia decidió cambiar de aires y pasarse al banquillo de los Buffalo Braves.

Tras sondear el mercado sin mucha fortuna, los Sixers contrataron a Roy Rubin, un entrenador sin experiencia en NBA que llevaba 11 temporadas en la universidad de Rhode Island. En aquel momento nadie habría pensado que Rubin sería el principal detonante de la pésima temporada del equipo. No supo adaptar sus métodos universitarios a un equipo profesional, y el distanciamiento con la plantilla fue creciendo a pasos agigantados a medida que llegaban las derrotas. En los desplazamientos, Rubin se sentaba sólo en aviones y autobuses como un alma en pena. La comunicación era prácticamente nula, y las pocas veces que se dirigía a sus jugadores, éstos ya no le hacían ni caso.

“Fue una broma pesada. Como si pusieras a una adolescente al frente de una gran empresa” –dijo Fred Carter, máximo anotador de aquellos Sixers-

Pero tampoco sería justo cargar todas las culpas sobre Roy Rubin. La plantilla de Philadelphia era justita, siendo generosos, y para muestra las opiniones de un periodista que siguió al equipo durante toda la temporada:

“No había desunión entre los jugadores. Parecía como si se hubieran reunido todo ese grupo de jugadores para un único objetivo, que no era otro que el de perder partidos. Aquellos Sixers no tenían potencial. Era inevitable. En el equipo no había nadie que se pudiera convertir en mejor jugador de lo que era a principios de temporada. Nadie.”

Tras el primer partido de liga en casa, la prensa de Philadelphia ya anticipaba lo que les venía encima:

Un partido no hace una temporada, pero si esta derrota es un anticipo de las cosas que están por venir, lo mejor que podrían hacer los Sixers es cancelar su calendario”


Y eso que sólo perdieron 100-105 contra Seattle. Pero el periodista atinó con su predicción. Con un mes de competición el balance del equipo era de 0-15, igualando el peor arranque de la competición que ostentaban los Cleveland Cavaliers desde el año 1970.

Después de perder los primeros diez partidos de regular season, Philadelphia comenzó a hacer movimientos en una plantilla que a lo largo de la temporada tuvo un total de 19 componentes. Mel Counts y Bill Bridges se fueron a los Lakers a cambio de Leroy Ellis y John Q. Trapp, que durante casi un cuarto de siglo tuvieron el honor de figurar en una pregunta de trivial del estilo ¿Qué jugadores jugaron en el mejor y en el peor equipo de la historia de la NBA en 2 temporadas consecutivas?

John Trapp era un personaje bastante peculiar. Entre una buena colección de anécdotas, hay que destacar un partido que jugaron en Detroit en víspera de la navidad. El entrenador Rubin llamó a Trapp para enviarlo al banquillo. El jugador se negó a abandonar la pista, señalando a un grupo de amigos suyos que había detrás del banquillo. Rubin echó la mirada hacia la grada, y como si estuviera en medio de una película de gangsters, vio como uno de ellos abría su abrigo mostrando que llevaba una pistola. Obviamente, Trapp no fue sustituido, aunque a principios de febrero lo cortaron.


Al día siguiente de su decimoquinta derrota, los Sixers consiguieron su primer triunfo derrotando 114-112 a Houston en un encuentro disputado en San Antonio, gracias principalmente a los 31 puntos de John Block. Después del partido celebraron una gran fiesta como si acabasen de ganar el anillo, aunque hubo algún jugador que se borró del festejo por vergüenza torera. Esta sería una de las pocas alegrías que tendrían ese año.
Otro momento feliz fue la primera victoria en casa, que llegó tras casi 2 meses de competición al derrotar 122-117 a los Kansas City Kings. Tal fue la alegría de la directiva, que regalaron una entrada a cada uno de los 2.897 espectadores que hubo en el partido.

En el día de reyes tuvo lugar el episodio más triste de todo la temporada. Una pelea en los últimos minutos de un partido que jugaban en Portland se convirtió en una masacre que cuanto menos está a la altura del episodio que vivimos el año pasado en el Palace de Auburn Hills. Tras varios intercambios de golpes, patadas y melés entre los jugadores de ambos equipos y también con los aficionados de Portland, el parte de guerra fue el siguiente:
Mike Price necesitó 14 puntos para cerrar las heridas de su mano, Dale Schlueter tuvo una contusión craneal fruto de los golpes recibidos, y por parte de los Blazers el más afectado fue Terry Dischinger, que tuvo que recoger del suelo varios de sus dientes. Los más valientes del público se atrevieron a enfrentarse y a sufrir la ira de Schlueter, todo un pívot de casi 7 pies.


Después de este partido se llegó al ecuador de la regular season, y Philadelphia sólo había conseguido 3 victorias en 41 partidos. Lógicamente el crédito de Roy Rubin para seguir al frente del equipo estaba bajo mínimos, y en el calendario estaba marcado el día 23 de enero, fecha en la que se iba a disputar el All-Star. El cambio de técnico se realizaría ese fin de semana aprovechando que habría unos días sin partidos.
Pero antes de que Rubin se despidiera del banquillo de los Sixers (y de los de la NBA, ya que nunca volvió a entrenar en la liga), aún tuvo tiempo de cosechar la cuarta victoria de la temporada derrotando a Seattle 85-82. El único pero que se le puede objetar a este triunfo, es que los jugadores de los Sonics querían deshacerse de su entrenador Tom Nissalke, y vieron en el partido contra los Sixers la ocasión propicia …

“Nissalke gritaba que su equipo había echado a perder el partido. Y allí estábamos nosotros, que apenas teníamos victorias, y la última cosa que necesitábamos es que nos insultaran diciéndonos que nos habían regalado el partido” –declaró Fred Carter tras el partido-

Tras el All-Star llegó el ansiado cambio en el banquillo, y el elegido fue Kevin Loughery, que desempeñaría la función de entrenador/jugador. Cogió las riendas del equipo con un balance de 4-47, y pocos días después culminaban una racha de 20 derrotas consecutivas que les dejaba a 11 de febrero con un 4-58.

“Un día nos quedamos atrapados en una tormenta de nieve camino de Portland. El partido tenía que empezar a las 8, pero no llegamos al pabellón hasta las 10. Ahí estaba todo el mundo esperando nuestra llegada, porque sabían que con nuestra presencia su victoria estaba asegurada. Eramos el equipo balneario. Curábamos los males de todos nuestros rivales.”
–comentó años después el entrenador Loughery-


Pero en ese momento sucedió lo inesperado, los Sixers comenzaron a ganar partidos, consiguiendo 5 victorias en 7 encuentros en una segunda mitad de febrero que se podría calificar de milagrosa. Tras la última victoria de esta racha, en casa frente a Baltimore, se permitieron el lujo de poner el siguiente mensaje en el marcador:

“¿Quién será el siguiente? Atlanta, el viernes por la noche”

Pero con el final de febrero se cerró el grifo de las victorias de los Sixers, que acabaron la temporada casi de la misma manera que la comenzaron, perdiendo 13 partidos seguidos.

“Recuerdo que a final de la temporada hubo un banquete en el que me iban a entregar el trofeo al MVP del equipo. No quise ir porque estaba avergonzado. No sabía si me lo daban por llevar al equipo a 9 victorias o por liderarlos a 73 derrotas. Todavía no tengo claro porqué me querían dar ese trofeo” –Fred Carter, máximo anotador del peor equipo de la historia-.


-Publicado originalmente en noviembre de 2005 en enCancha.com-

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