“You can’t teach height” La altura no se puede enseñar. Esta frase que hizo famosa Frank Layden tras draftear a Mark Eaton, aunque en la década de los ’50 ya la utilizó el entrenador de Duquesne Dudey Moore, bien puede resumir la historia deportiva de Eric Gingold.
En la última década hemos visto como año tras año aparecían por el draft varios jugadores cuyo principal mérito era medir más de 7 pies (2.13 metros ). Nombres que en la mayoría de los casos eran prácticamente desconocidos e irrumpían con fuerza en la rumorología pre-draft, aprovechando ese aire de misterio que envuelve a los “prospectos europeos” que eran escrutados desde el otro lado del Atlántico. Estoy hablando de jugadores como los rusos Pavel Podkolzine o Ivan Chiriaev, el senegalés Mohammed Sene, el bosnio Nedzad Sinanovic o el propio Remon Van de Hare. Eso sí, el currículum previo en las canchas de éstos se asemeja al de Kevin Willis si lo comparamos con el de Gingold.
“Es lo más alucinante que he visto en mi vida. Voy al gimnasio y me encuentro a este chico de 2 metros largos anotando ganchos con la izquierda, con la derecha, metiendo tiros desde arriba de la zona, tiros libres sin fallo… era irreal, como si estuviese viendo una película. Incluso tuve que pedir que midiesen las canastas.” –Dick Percudani, scout de los Phoenix Suns-
“Su altura es lo que te hace venir a aquí, pero sus habilidades te maravillan. Sólo hace 2 horas que conozco al chico y ya lo adoro”. –Bob Zuffelato, scout de los Toronto Raptors-
Aunque parece que hablasen del Ralph Sampson de Virginia, estas frases iban dedicadas a Eric Gingold, un pívot senior de 2,23 y 130 kilos con una trayectoria universitaria en el Williams College de la NCAA III que se puede resumir con estos números: 31 puntos y 36 rebotes en 30 partidos, o sea, una media de 1 rebote y 1 punto por partido. Por si las estadísticas no fuesen suficientemente demoledoras, también se podría destacar el detalle de los casi 2 años que hacía que Gingold no había jugado un partido. ¿Y qué hacían los ojeadores de una docena de equipos NBA viéndole? Lo dicho al principio: You can’t teach height. Pero profundicemos un poco más en su historia.
Con sólo una temporada de experiencia en High School, Gingold visitó sin suerte bastantes universidades de 1ª Division antes de enrolarse en el Williams College, escuchando lindezas del estilo de “Chaval, con esa altura debes ser realmente malo si nunca hemos oído hablar de ti”. Mucho más interesado en los libros de clase que en las canastas, apenas se levantó del banquillo en sus tres primeras temporadas, pero todo cambiaría cuando la célebre Sports Illustrated publicó un artículo sobre su equipo en noviembre de 1993. La frase de que Gingold se había convertido en el judío más alto de la historia del baloncesto universitario despertó la curiosidad del agente Larry Gillman, un auténtico “especialista” en hombres altos capaz de conseguir que Yinka Dare ganase casi 9 millones de dólares en su breve carrera NBA.
Anteriormente Gillman había sido entrenador en East Carolina, y no le costó mucho convencer a Gingold para que en el siguiente verano se pusiera a sus órdenes. Con un entrenamiento personalizado a razón de dos sesiones diarias la evolución a jugador aprovechable no tardaría en llegar, y moviendo un par de hilos consiguió que lo aceptaran en una universidad de las grandes como West Virginia, donde podría seguir mejorando en las próximas 2 temporadas.
Tras tres semanas jugando partidillos informales con sus futuros compañeros, lo que prometía ser una progresión interesante, se vio cortado de raíz el 2 de septiembre de 1996, cuando en la interestatal I-70 una furgoneta fuera de control impactaba contra su Pathfinder.
¿Voy a sobrevivir? ¿Volveré a jugar a baloncesto? fueron las primeras palabras que pronunció Gingold, cegado por su propia sangre, tras recuperar la conciencia al escuchar el estallido de la maquinaria que intentaba sacarlo del interior de aquel amasijo de hierros en el que se había convertido su coche. Casi un mes en cuidados intensivos, y después de superar 9 operaciones y 8 transfusiones de sangre en los siguientes 18 meses, milagrosamente Gingold pudo llegar a aquel entreno privado con los ojeadores. No había jugado ni un minuto siquiera en partido oficial, pero consiguió recuperar su fortaleza física superando todos los plazos que le habían puesto los médicos, y de la mano de los contactos de Gilliam se hallaba ante la gran oportunidad de su vida deportiva. Y en cierto modo la supo aprovechar.
A pesar de no salir elegido en el draft de 1996, consiguió hacerse un hueco nada más y nada menos que con los vigentes campeones, los Chicago Bulls. Tras una buena liga de verano, se ganó una nueva llamada cuando en octubre comenzó la pretemporada. De suplente de una universidad perdida en la NCAA III a codearse en los entrenos con Pippen, Jordan, Kukoc o Rodman, no estaba nada mal la evolución.
Su corte de la plantilla era cuestión de tiempo, pero debido a la gran cantidad de lesiones que tuvieron los Bulls no se produjo hasta después de haber comenzado la temporada. Tras un efímero paso por la CBA , aprovechando sus raíces hebreas su siguiente destino sería el Maccabi Tel Aviv, donde tuvo que formar una pareja de entrenos de lo más extravagante junto a Constantin Popa. Tampoco fue demasiado productiva su carrera israelí, y como muestra de ellos destacar sus estadísticas en Copa de Europa: 1 minuto y 1 rebote en un partido contra el Efes Pilsen.
En la siguiente temporada los Bulls volvieron a contar con él para las ligas de verano y la pretemporada con el mismo resultado, cortado en los últimos días de octubre. Tras otra breve estancia en la CBA decidió regresar a la facultad de derecho para continuar sus estudios. En 2001, con 28 años, decidió volver al baloncesto. Su nombre aparecía junto a los de Zaur Pachulia, Denis Marconato, Tskitishvili o Ermal Kugo en el listado del “Big Man Camp” que organiza la Benneton de Treviso. Después de un par de aventuras europeas en Rusia y Bélgica, e incluso una etapa final en Japón, Gingold decidió retirarse definitivamente.
Hoy en día, desde su despacho de abogado en New York o en alguna de sus esporádicas apariciones cinematográficas, podrá decir orgulloso: “Yo jugué con Michael Jordan en los Bulls de los ‘90”. Que le quiten lo bailao.
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