miércoles, 30 de junio de 2010

De un viaje que pudo cambiar el destino de la NBA

¿Se imaginan una NBA sin los Lakers? Indudablemente muchas rivalidades, recuerdos, etc, están ligados a este equipo, pero hace mucho tiempo ya por una noche estuvieron a punto de desaparecer.

En 1980 Kareem Abdul-Jabbar participó en la comedia Aterriza como puedas, pero esta experiencia no era la primera que tenía algún jugador de los Lakers con el mundo de las catástrofes en la aviación.

El 17 de enero de 1960 los Minneapolis Lakers perdían su partido frente a los Saint Louis Hawks, y se disponían a regresar a casa. Tras haber perdido las Finales de la temporada anterior contra los Boston Celtics el que equipo no andaba muy bien esa temporada, y los rumores del traslado de la franquicia estaban cogiendo mucha fuerza.

A pesar de la tacañería de Bob Short -el propietario de los Lakers en aquella época- la franquicia ya disponía de su propio avión privado, un magnífico ejemplar de DC-3 procedente de la segunda guerra mundial que les estaba esperando en el aeropuerto.
El equipo llegó a las 17:30, pero una fuerte tormenta mantenía el aeropuerto cerrado. Los mecánicos aprovecharon esta demora para seguir trabajando en los crónicos problemas que tenían los generadores del avión.
Finalmente, tres horas después de lo esperado, el piloto Vern Ullman decidía que era el momento propicio para salir.


La reciente derrota no hizo que los jugadores de los Lakers cambiaran su costumbre de amenizar los desplazamientos aéreos con las habituales partidas de póker, pero al poco tiempo de comenzar la primera mano se apagaron todas las luces.
Este hecho no pareció preocupar mucho a los integrantes de la plantilla, que simplemente sacaron una linterna y prosiguieron con el juego.
Pensé que uno de los chicos estaba gastando una broma –dijo el entrenador Jim Pollard- pero cuando me acerqué a la cabina y vi al copiloto iluminando con una lamparita el panel de mandos comencé a preocuparme.

Estaba claro que aquello no era una broma. El capitán del avión le informó que los famosos generadores acababan de romperse y que la batería restante ya se había agotado, por lo que no tenían electricidad. O dicho con otras palabras, se habían quedado sin luces, radio, instrumentos para orientarse, etc, tan sólo les quedaba una brújula, su única esperanza.

Debido a las malas condiciones climatológicas, se descartó la opción de intentar remontar la tormenta para volver a Saint Louis.
Se encomendaron a la experiencia del piloto (veterano de la II Guerra Mundial y la de Corea) para poder llegar sanos y salvos a Minneapolis, pero como si se tratara del borrador del guión de Aterriza como puedas, sucedió lo inevitable, la brújula también se estropeó.

En ese preciso instante, los jugadores comenzaron a temer seriamente por su destino.
Elgin Baylor, la estrella del equipo, yacía enrollado con una manta en una esquina del pasillo. El jugador conocido como Motormouth por su capacidad de hablar continuamente, quizás habría estado más tranquilo si el pívot Jim ‘Boomer’ Krebs no le hubiera dicho días antes que tenía el presentimiento de que el avión se iba a estrellar.
El propio Krebs en un arranque de nervios comenzó a hacer todo tipo de promesas que cumpliría en caso de salir bien parados de aquella pesadilla. En el momento que dijo “Juro que nunca más volveré a hacer trampas jugando a las cartas” el resto de la plantilla comprendió la gravedad de la situación.

Después de pasar casi cinco horas en lo que debería haber sido un plácido trayecto de apenas 800 kilómetros, el copiloto apareció para dar a conocer las esperadas malas noticias. “Estamos perdidos. Ni siquiera sabemos sobre que estado estamos volando. No sabemos cuanta gasolina nos queda, pero después de tanto tiempo el depósito estará prácticamente seco. Hemos bajado por debajo de la tormenta a unos 500 pies de altura y hemos visto algunas luces, parece una ciudad. Hemos hecho una ráfaga de luces con la esperanza de que nos divisara un aeropuerto, pero no ha habido suerte. Hemos distinguido algo que parece un campo de trigo cubierto de nieve. El capitán cree que es nuestra mejor oportunidad.

“Vamos a por él” –sentenció el alero Hot Rod Hundley.

El avión comenzó a volar en círculos para ir descubriendo el terreno, pero estaba claro que no iba a ser una tarea sencilla. En un momento de esta fase de observación, se veía tan poco que estuvieron a punto de chocar contra una arboleda. “Un par de segundos más en aquella dirección y nos habríamos estrellado sin remedio”

Tras otro intento fallido, finalmente consiguieron las condiciones precisas para intentar un aterrizaje que acabarían culminando con gran éxito.
“Podría haber estado de pie en el pasillo con un vaso lleno, que no se me habría caído ni una gota”, dijo poco después el entrenador Jim Pollard.

Toda la plantilla nada más sentir el contacto con el suelo se quedó más congelada de lo que estaba, pero segundos después saltaban por la puerta del avión y comenzaban a tirarse bolas de nieve los unos a los otros. Había que descargar toda la adrenalina que llevaban acumulando durante 5 horas, y es que fue a la 1:30 cuando llegaron a su destino inesperado: Carroll, Iowa, a algo más de 100 kilómetros de Minneapolis.

El detalle macabro de la noche lo dio el primer lugareño en acudir al lugar, Joe Twit, el dueño de la funeraria, que al vivir justo al lado acudió raudo y veloz con su vehículo de faena. Elgin Baylor, una vez recuperadas sus habilidades oratorias, no dudó en decirle “Lo sentimos, pero esta noche no tendrás trabajo.

Rápidamente la multitud que se había formado entorno el avión transportó a todos los componentes del equipo a un hotel. Una vez allí todos comenzaron a avisar a sus respectivas familias, que lógicamente se quedaron atónitas al conocer con detalle lo que había sucedido aquella noche, menos en el caso de la mujer del alero Larry Foust (más conocido como Desert Head, por sus habituales excusas a la hora de llegar tarde a casa) que simplemente le dijo que volviera a llamar cuando estuviera sobrio.

Ya en las habitaciones, los jugadores aún no tenían ganas de dormir con tanto ajetreo, por eso decidieron que lo mejor sería acabar esa partida de póker que habían dejado a medias. Como era de esperar, en la primera mano, Baylor pilló a Jim ‘Boomer’ Krebs haciendo trampas.

La siguiente temporada la franquicia se acabaría mudando a Los Angeles, donde comenzaría una etapa nueva de la mano de su novato Jerry West, y por supuesto estrenando un nuevo avión.

-Publicado originalmente en enero de 2006 en enCancha.com-

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